Rafael Fabregat. El último Condill. |
La vida, si tienes la suerte de no toparte con ellos, tiene dos etapas a cual más plena y feliz: la del amor de tu pareja y la de los hijos, además del posible éxito profesional.
Puesto que lo tenía todo, yo hubiera podido ser uno de esos personajes felices, pero no tuve suerte. Ya de soltero tuve mi primer tropiezo con el más diabólico de los mortales y de unos imbéciles que le bailaron el agua, gente a quien no les importó arruinar una vida, aunque solo fuera para aumentar su protagonismo. A partir de ese momento todo fue un camino de rosas (profesional y política) para el indeseable y palmaditas en la espalda para los imbéciles que se lo facilitaron.
No cabían las discusiones. El deshonor era demasiado grande para pelearse por ello. Había que matar al bellaco o pasar de él. Quizás me equivoqué, pero opté por lo segundo. Bastante fue perder mi honor, como para perder también mi vida tras unos barrotes. En cuanto a los imbéciles... ¡Bah!. Ni siquiera eran capaces de valorar lo que hicieron...¡Aún no lo valoran hoy!. El facineroso acabó con mi honor, pero no con mi vida. ¡Total por negarle el protagonismo que me pedía!. Quería ser el "relaciones públicas" de un evento que nació para Cabanes gracias a mi tesón y no pocos sacrificios, incluso económicos... Claro que al canalla el evento le interesaba poco. Era lucirse delante del pueblo y disfrutar del contacto con las autoridades provinciales lo que le importaba. ¡La política!.
Yo, aunque precaria, seguí con mi vida y, pesar de todo, tuve mi buena dosis de felicidad gracias al inmenso amor que me brindó en todo momento la que después sería mi mujer y madre de mis hijas.
Ella me conocía a fondo y, en todo momento estuvo segura que lo que de mí se decía era de todo punto imposible, lo que se tradujo en un apoyo incondicional a mis aciertos y errores. También en lo profesional tuve la suerte de encontrar gente que valoró mi seriedad y la calidad de mis servicios, haciendo que mi negocio aumentara día tras día. Pronto me quedé solo pues, mientras otros cerraron, alguno de mis competidores incluso acabó trabajando para mí. La suerte o el tesón, acabaron premiando nuestros sacrificios.
Universidad de Castelló. |
Falta el fotógrafo, que soy yo. |
RAFAEL FABREGAT
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