27 de noviembre de 2025

3286- EL DIAMANTE FLORENTINO.

Diamante de 137 kilates y forma de pera, protagonista de un misterio medieval que ha finalizado hace un par de años. Se trata del Diamante Florentino, una piedra preciosa que perteneció a la Familia Médici y que se convirtió en el símbolo de poder la la Dinastía de los Habsburgo. La gema es del siglo XV pero en 1919, tras la Primera Guerra Mundial, se dió por perdido. El misterio queda, por fin, resuelto. No hay un origen claro, pero se dice que fue Carlos el Temerario, duque de Borgoña, su primer propietario. El duque siempre la llevaba consigo y desapareció en 1.477 tras morir en la Batalla de Nancy. Se cree por tanto que un soldado o un campesino la cogería de su cadáver y pensando que sería un simple cristal la vendería por una cantidad irrisoria a cualquier interesado.


La piedra fue pasando por diversas manos hasta recalar en Bartolomé May, de Berna, que la vendió al noble Ludovico Sforza, de Génova. Necesitado de dinero, éste lo entregó en el Banco de los Médici que halló propietario en la figura del Papa Julio II. Hay sin embargo otra versión que nos cuenta que el diamante viajó a la India y que, tras la derrota del rajá Vijaranagara, el gobernador portugués de Goa, Ludovico Castro, adquirió el diamante todavía sin tallar. Más tarde lo compraría Fernando I de Médici, Gran Duque de la Toscana y fue su hijo Cosme II el que lo manaría tallar. El diamante volvió a cambiar de manos cuando llegó a poder de Francisco I de Lorena, que se casó con María Teresa de Habsburgo, madre de María Antonieta, con lo cual la joya se incorporó a las joyas de la corona austrohúngara.

En el siglo XVIII, el diamante entró en el Palacio Hofburg, de Viena. El emperador Francisco Esteban lo lució en su coronación (1745) y durante muchas décadas, en tiempos de numerosos cambios políticos, los Habsburgo hallaron en este diamante la estabilidad imperial,  Desde 1440 hasta 1806, todos los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico fueron de la misma dinastía, excepto un breve interregno de los WittelsBach que lo ocuparon de 1742 a 1745. También del mismo linaje fueron los emperadores de Austria, desde 1804 hasta 1918. 

El último propietario sería Carlos I, último emperador de Austria, casado con la emperatriz Zita de Borbón-Parma. Con la caída del Imperio Austrohúngaro, durante la I Guerra Mundial, el Diamante Florentino desapareció. El emperador Carlos I trasladó todos los tesoros de los Habsburgo a Suiza pero el diamante no se encontró.
A partir de entonces todo fueron rumores. Uno de ellos es que fue robado y recortado para poder venderlo sin complicaciones y que fue revendido a Estados Unidos. Fueron muchas las leyendas, que hasta incluso inspiraron novelas de misterio, pero la realidad fue muy distinta. En 1940 la emperatriz Zita, ya viuda del emperador Carlos I, se vió obligada a exiliarse a Estados Unidos con sus ocho hijos. Más tarde pasaría a Canadá. Lo que nadie sabía era que el Diamante Florentino viajaba con ella, junto a otras joyas de la Corona. Al llegar a Quebec depositó las joyas de la familia en la caja fuerte de un Banco y allí permanecerían durante casi un siglo. La emperatriz confió su secreto a sus hijos Rodolfo y Roberto y ha sido su nieto y actual Jefe de la Casa de Habsburgo quien ha revelado la verdad.


En una historia publicada en el The New York Times, los nietos del último emperador austriaco Carlos I han decidido revelar al mundo que el Diamante Florentino nunca desapareció. Se mantuvo en el banco de Canadá, junto a otras quince joyas históricas de la Casa de los Habsburgo. Para confirmar su autenticidad se ha recurrido al experto joyero austriaco Chistoph Köchert que ha emitido la correspondiente carta de certificación señalando que la piedra encaja perfectamente en los encastes del pasado y que su peso y talla coinciden con las fuentes históricas, dicho lo cual el misterio ha quedado resuelto. 

Rafael Fabregat Condill

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