19 de noviembre de 2025

3278- LA HISTORIA DE SER MUJER.


El que hizo el mundo y todos los animales que pueblan la tierra, lo hizo bién. No hay hijos sin madre, pero tampoco sin padre. Claro que no hay comparación. Dejando los animales aparte, aunque pensando que todo guarda relación, diré que hace unos días se publicó el resultado de una encuesta que, entre otras cosas, determinó que las mujeres trabajan un promedio de 98 horas a la semana. ¿Alguien tiene algo que decir en contra de ese dato?. Pues creo que no. Más bién pienso que el resultado se quedó corto, pero esa es la media. Quiere decirse que todo lo que falta son las pocas manirrotas que no dedican ni un solo minuto, ni a hijos, ni a esposos, ni a familiares. Ni por supuesto a las labores del hogar porque a mi, si las cuento, me salen más. Siempre hay algo que hacer...


Claro que de lo que aquí se trata no es solamente del hecho de ser mujer, sino también lo de ser madre y esposa, como principal ocupación. La mujer apenas pone los piés en el suelo, acabada de levantar, ya tiene cosas que hacer. Preparar el desayuno para todos (incluso bocadillos para llevar), llevar los niños al colegio, hacer las camas, lavar y planchar, limpiar la casa, ir a comprar el pan, preparar la comida, lavar platos y cacharros, ir a la compra, recoger a los niños del colegio, prepararles la merienda, ayudarles en los deberes, preparar la cena, volver a lavar platos y cacharros de la cena... Y cuando ¡por fin! lo termina todo, atender al marido con sus quejas con el trabajo, los compañeros, el escaso jornal que gana, lo caro que está todo y lo insoportable que es el jefe: Que si falta productividad, que si los pedidos no llegan, que si le han dado un cheque sin fondos, etc. Total, ¡un sin vivir!.


Solo falta que el marido tenga ganas de "guerra", esa sin armas para la que muchas veces no tienes ganas. ¿Qué hacer?. ¿Decirle que te duele la cabeza?. No se lo creerá, pero vamos a probar... Menos mal que los maridos, si son buenos, son bastante comprensivos y si no tienes ganas te dejan en paz, aunque eso sí, "amenazando" con esa frase verídica pero a la que no quieres hacer caso: "Tú te lo pierdes, un día querrás y yo no estaré para gaitas". Y ahí acaba la cosa. Pero, claro, si te has levantado a las siete de la mañana y te has sentado a ver un rato la TV, a las diez y media de la noche... ¿Cuantas horas has estado trabajando? ¿Quince y media?. Bueno descontaremos esa media para el aseo matutino, que no hemos contemplado antes, y nos quedan quince horas sin parar. Y eso una jornada tras otra.


Yo, más en broma que en serio, se lo digo a mi mujer: ¡Si vuelvo a nacer, quiero volver a ser hombre!. Lo cual no quiere decir que los hombres no trabajemos, pero no tantas horas. ¡Y aún nos quejamos!. Somos muchos los que cada día "llegamos del trabajo "destrozados". ¡Estoy hasta el gorro! -solemos decir. ¡Tengo unas ganas de jubilarme...! Pobrecito, no sabes lo que dices. Cuado te jubiles estarás destrozado sin haber trabajado. Sin apenas salir de casa, para ir a charlar con otros jubilados, como tú y hablar de achaques y quejas del Gobierno y el tiempo. Cuando no te dolerá la pierna te dolerá el brazo, o el lumbago, la cadera, la rodilla o vete a saber que más. Porque todo eso es ¡estando bien de salud!, que la tercera parte de los jubilados no lo están.


Total, que la vida es bella, pero tambien es un coñazo para todos y mucho más para las mujeres. En cuanto al futuro... Me han dicho que los hombres de ahora ayudan a sus mujeres en las labores de la casa, a llevar niños al colegio y hasta a fregar los platos. ¡Vaya, vaya, qué bién!. Pero nosotros no tenemos hijos, solo los hacemos, que es más divertido. En cuanto a las faenas del hogar... ¡Pocas y mal hechas!. A lo sumo, algunos saben hacer bastante bien alguna comida. No es que nacieran sabiéndola hacer pero la mujer, vivaracha ella, les dice que lo hacen divinamente y ellos se lo creen y especialmente los fines de semana, les dicen a sus mujeres: ¡Hoy haré yo la comida!. Y la mujer se sienta diez minutos en el sofá, frente al televisor y suspirando susurra: ¡Bendito sea Diós!.  

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