15 de noviembre de 2025

3274- ARQUEOLOGÍA Y ARTE RUPESTRE.


Ni la arqueología ni el arte rupestre, son una forma de pasar el tiempo. ¿Qué haríamos sin ellos?. No está tan lejos el tiempo en que solo sabímos lo que los demás nos contaban, muchas veces medias verdades, sino descaradas mentiras. Con estas ciencias y de la mano de estos soñadores, muchas veces sin percibir salario alguno, la humanidad conoce mucho de su pasado y de los "cuentos" que nos han contado hasta ahora. El Arte Rupestre no son solamente dibujos de un pasado remoto, sino la voluntad plena de dar a conocer la vida y el entorno de aquellos que supieron expresarlo a los habitantes del futuro. Muchas veces no se trata de un arte en sí mismo, puesto que alguno de estos "artistas" no lo era en absoluto pero, aún así, sentía la necesidad de expresarlo, de darlo a conocer a futuras generaciones.


En cuanto a la arqueología... ¡ay amigos!. La arqueología no es un trabajo de artistas, sino de soñadores. Encontrar pruebas de nuestro pasado es su forma de vida y el premio por tan duro trabajo, siempre en condiciones penosas. Es totalmente diferente al Arte Rupestre, que busca dar vida a las penurias del momento, sino de sufrir por desvelar los secretos del pasado. El Arte Rupestre nos cuenta las vivencias del entorno del "artista", mientras que el arqueólogo pretende encontrar pruebas del pasado, "resucitando" muertos, herramientas y enseres que nos muestren como vivieron aquellas antiguas civilizaciones que alguien nos contó de forma poco creíble pero muy conveniente a sus intereses. Este arte se encuentra, casi siempre, en cuevas que eran el lugar de cobijo de las civilizaciones prehistóricas.


Siendo su único trabajo el buscar el sustento diario, normalmente duro de alcanzar, las noches serían largas y los días de maltiempo difíciles de pasar sin reservas de alimento. En esos periodos, debemos suponer que prepararían algún tipo de arma con la que cazar e incluso algún tipo de cesto en el que poner aquellos alimentos que recolectaban. También sería una forma de pasar el tiempo, el preparar alguna piel que diera cobijo a sus expuestas carnes y hecho esto, comentar el éxito o el fracaso de la jornada. Nada más podía haber de interesante en aquellas mentes primigenias. Claro que, como es natural, alguno de ellos también sentía la necesidad de contar su vida a las gentes del futuro y con ruda herramienta y materiales lo dibujaba en la roca. Debemos pues estarles agradecidos por su legado.


Mucho más interesante y satisfactorio es la arqueología, siempre a la espera de un posible hallazgo y en la confianza en encontrarlo en aquellos espacios donde se sabe que vivieron nuestros antepasados, que son el objetivo y secreto a desvelar. Miles de arqueólogos viajan diariamente por el mundo investigando el pasado de antiguas civilizaciones. Su alegría es la nuestra cuando la fortuna premia su trabajo con algún hallazgo importante. Su objetivo es desenterrar cualquier tipo de resto que dé respuesta a las incógnitas que el humano curioso pueda tener sobre civilizaciones anteriores. Tangamos en cuenta que para entender nuestro presente nada hay más conveniente que averiguar como fue el pasado, pero con verdad y sin distorsiones políticas o religiosas, que solo buscan oscurecerlo.


El arqueólogo analiza, con todas las modernas tecnologías a su alcance, esos artefactos o estructuras encontradas, creando así el escenario perfecto que dé luz y respuesta a preguntas como el quién , el cómo, el cuando y el por qué las crearon. Ellos son la vanguardia de descubrimientos sin los cuales nada sabríamos de cierto sobre nuestros orígenes. La gran mayoría de esta gente trabajan como autónomos, sin sueldo y con gastos a su cargo, que no son pocos. Para ejercer esta profesión hacen falta multitud de herramientas y personal que les ayude a excavar. Es decir, trabajan gratis y cubriendo ellos los muchos gastos que se necesitan para llevar a cabo la excavación, cuando debería ser pagada por los gobiernos del mundo ya que el beneficio, si lo hay, es para todos. 

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