25 de septiembre de 2025

3230- BAÑO Y PLACER EN LA EDAD MEDIA.


¿Quién dijo que la Edad Media fué una época...¿oscura?, ¿aburrida?. Los baños públicos eran algo tan admirado que, en poco tiempo, atrajo la atención de médicos, escritores y hasta a la propia iglesia. Unos para alabarlo y otros para condenarlo. Los médicos alababan la higiene que tanta falta le hacía a la sociedad de aquellos tiempos, pero la iglesia denunciaba la promiscuídad sexual que esos lugares desataban. Incluso se hablaba de prostitución sin ambages. Los baños públicos tenían cosas buenas, pero también malas. Se decía que facilitaban la pérdida de la castidad. 
- Todo normal -diría yo. ¡Con tanto material a la vista!.


Allí cabía todo y todos. Hombres, mujeres, abuelas y hasta niños y niñas. Con tal amalgama de personas, sexos, enfermos y suciedad, los médicos pronto dejaron de aconsejarlos a sus clientes. La Iglesia nunca paró tampoco de criticar el libertinaje que en estos lugares se producía. Incluso los actos de violencia que se llevaban a cabo entre hombres, por celos al ver sus maridos que otros se extasiaban mirando a sus mujeres. Hombre, ¡si estaban buenas...! ¿Qué esperaban?. ¿Que los demás cerraran los ojos?. Finalmente también la literatura reflejaba los peligros que para la moral conllevaba acudir a dichos lugares. Solo a los enfermos se les aconsejaba, lo que desfavorecía el acceso de la gente sana.


Las gente adinerada se podían bañar aparte, en grandes tinas y por parejas, algo que también fue mal visto puesto que algunas mujeres avispadas aseguraron haber quedado embarazadas sin haber tenido relación con ningún hombre. Algo que -supongo yo- pocos creyeron. En fin, que aquellos establecimientos estaban concurridos pero eran un compendio de problemas diarios. Al final ya no era solamente la Iglesia en denostarlos, sino que también los médicos dejaron de aconsejarlos, pues era peor el remedio que la enfermedad, por todo lo que por allí sucedía. Durante la peste de 1450 los médicos reclamaron, en vano, a los concejales de París, que prohibieran los baños en esos establecimientos.


A finales del siglo XV los baños públicos fueron cerrados. Aunque muchos lo lamentaran, a nadie le extrañó. Ante los escándalos y la violencia que allí se desataba era lo más lógico. Estos negocios, para tener éxito, permitían sexos y edades en un mismo lugar, todos desnudos y tanto casados como solteros. En París había 26 baños en el siglo XIII y todos siempre llenos. El agua caliente y el vapor invitaban a todo, en un lugar al que ya se acudía para eso, para todo  Fuera del agua, en los baños de la élite, no faltaban mesas bien provistas de toda clase de alimentos. La mezcla de baño y sexo se disparó de tan manera que las autoridades, intentando mantenerlos, obligaron a disponer dias diferentes para hombres y mujeres. En Aviñón se prohibió la entrada a los hombres casados. Pero ninguna norma se aplicó con rigor, por lo que finalmente fueron cerrados.

RAFAEL FABREGAT

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