Como pueden ver en la foto de encabezamiento, esta moda, tan necesaria ya en 1829, era un simple carro de caballos, muchas veces incluso descubierto, que facilitaba recorrer un largo trayecto a pie en pocos minutos. Como pueden imaginar, comodidad ninguna y precio nada barato. Lo de ir descubierto no era porque apeteciera tomar el fresco, ya que en esa ciudad el fresco está asegurado, sin esperar a que llegue el invierno. Con gran alegría se le llamaba "omnibús", una palabra que coloquialmente venía a significar "lata de sardinas, extremadamente ruidosa y con más peligro que comodidad". Es broma, claro. La palabreja significa vehículo de transporte colectivo para transladar personas dentro de las ciudades.
Tan apretados iban los viajeros que, cuando no cabían dentro del vehículo tenían la posibilidad de subirse al techo del carromato y de esta forma doblar el beneficio del viaje en un mismo trayecto. En el interior del artefacto con ruedas, todavía había sillas individuales para mayor intimidad del viajero, pero en el techo eran simples bancos corridos donde, eso sí, se podía hablar del tiempo, del futbol y cuando fuera menester, al objeto de distraerse un poco de las incomodidades de un vehículo con ruedas de madera, forradas de hierro. Un auténtico suplicio, totalmente necesario en una gran ciudad, a falta de algo mejor que no tardaría en llegar. Todo es cuestión de tiempo.
Los jóvenes de hoy parecen pensar que el mundo siempre ha sido como ellos se lo han encontrado, pero nada más lejos de la realidad. Los 6.800 autobuses de doble altura que transitan por Londres en este siglo XXI, cubriendo las necesidades de 673 rutas distintas y diarias, eran en 1829 dos docenas de carruajes incómodos. tirados por uno o dos mulos cada uno, que se movían lentamente por una ciudad de calles de tierra en su mayor parte y empedradas en las más distinguidas. Un verdadero tormento para las posaderas de los más ilustrados urbanitas de aquella época. Vamos, que eso lo pones hoy de forma gratuíta y no suben ni los robots más adelantados de la IA.
Tras la I Guerra Mundial surgieron "los Uber" ya con motor de explosión, a gasolina, pero con las mismas comodidades del tirado por mulos, es decir: caja cerrada abajo y descubierta arriba, sistema que todavía se usa en el Londres veraniego de hoy, como forma de mostrar la ciudad a los sufridos turistas. También en época no veraniega, por eso regresé a mi Cabanes natal con un resfriado de "no te menees". Pero, claro, ya que hemos venido a Londres, vamos a probarlo todo. (Inocente, inocente. Hay gente que no aprende nunca) Claro que probando, probando, nos atiborramos de "pintas" y de "tés de las cinco", con bandejas de 5 pisos, a cual más sabroso y placentero. Porque de todo tiene que haber "en la viña del Señor". Después de un recorrido en bus turístico, no hay nada mejor que un "té de las cinco" aunque sean las once de la mañana.
RAFAEL FABREGAT
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