Son muchos los lugares en los que se celebran fiestas tras determinada cosecha: La vendimia, la tomatina, la sidra, la cereza, etc. En cada sitio lo que suele ser su producto estrella. El motivo es festejar el hecho de haber terminado los trabajos de recolección y tener asegurado el sustento a lo largo del año. Siglos atrás, si no milenios, lo primordial era asegurar el pan de cada día, por lo que la fiesta giraba alrededor de la cosecha del trigo, en el que los trabajadores del campo agradecían a los dioses la abundancia de comida recibida.
En los países europeos, nuestros ancestros hacían muñecos con los últimos manojos del trigo recolectado, puesto que la creencia popular era que los espíritus del trigo vivían entre el cultivo y tras su recolecta se quedaban sin hogar.
Con este motivo los muñecos eran llevados a todas las celebraciones (bailes, comidas, etc.) y finalizada la fiesta se llevaban a la casa de cada cual para darles cobijo hasta el momento en el que nacían los primeros brotes de la cosecha siguiente. En dicha fiesta se elaboraba pan con la harina del nuevo trigo recolectado y se hacían ofrendas procesionales, danzas y otras ceremonias propias de aquellos tiempos. Con la llegada del cristianismo, en la Edad Media estas celebraciones se incorporaron a las festividades cristianas e incluso el pan para la Eucaristía se hacía con el trigo de la nueva cosecha. Estas celebraciones permanecieron en vigor, con una comida popular, bailes, o lo que se tercie, dependiendo de la cosecha de que se trate. A fecha de hoy queda poco ya de todo aquello y la Fiesta de la Vendimia puede que sea una de las que con mayor número de gente se celebre.
RAFAEL FABREGAT
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