El hambre y la desesperación no conocen caminos ni fronteras. Bien lo saben los centroafricanos que buscan llegar a Europa, cruzando el mar Mediterráneo por medio de pateras, o a través de las alambradas fronterizas de Ceuta y Melilla (España). Una doble valla plagada de alambres de cuchillas que solo gente desesperada se atreve a desafiar.
Por increíble que parezca, algunos no solo escalan las alambradas, sino que también cruzan el campo de alambre con cuchillas que separa las mismas. Lo mismo sucede con los sudamericanos que intentan llegar a los Estados Unidos a través del desierto de Arizona. En ambos casos arriesgan su libertad y la propia vida, en busca de un bienestar que raras veces existe para ellos... Para las gentes centro-africanas, llegar a orillas del Mediterráneo supone a veces dos o tres años de penalidades a través del continente africano, un abuso por parte de las mafias que les guían a cambio de las pertenencias de toda su familia, acompañadas de créditos que deberán pagar en el caso de que la suerte acompañe al viajero.
Caminando meses y meses a través de duros parajes, muchas veces sin caminos y con temperaturas superiores a los 45ºC. Para los africanos el destino son las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla pero, para llegar a ellas, no bastan los años de penalidades y el sacrificio de toda una familia. Allí espera una alambrada plagada de pinchos y cuchillas que solo un 5% logra escalar.
Los sudamericanos no lo tienen más fácil. También la policía norteamericana patrulla noche y día una larguísima frontera difícil de superar. Sin embargo, para quienes consiguen traspasarla, pisar tierra estadounidense no es ni mucho menos alcanzar el Paraíso. Detrás de esa espinosa valla esperan tierras desérticas, muchas veces imposibles de superar. Las vergonzantes decenas de vidas que se cobra este desierto de Arizona mensualmente quiere ahora paliarse mediante postes emisores de una señal de emergencia que, alimentados con energía solar, avisarán vía satélite y con un simple pulsador cuando los emigrantes se sientan desfallecer.
Se han instalado un buen número de ellos en lugares de tráfico regular y peligro potencial. Presionando el pulsador que hay en el poste, éste emitirá una señal a la central y un equipo médico provisto también de agua y comida se personará en breve espacio de tiempo en el lugar requerido. El problema para el emigrante es que con ellos viajará también una patrulla que se hará cargo del viajero y la aventura habrá terminado, pero al menos habrá salvado la vida. Esa es la triste aventura que espera a quienes escucharon un día que la vida en Norteamérica y en Europa era como estar en el Paraíso Terrenal. Es cierto que, el que encuentre trabajo, ganará diez veces más que en su lugar de origen pero...
1º).- Probablemente no lo encontrará y
2º).- También la vida es diez veces mas cara, lo cual impedirá el ahorro que se pretende.
Y es que los milagros no existen...
Uno de cada cuatro españoles no encuentra trabajo, lo que quiere decir que estas gentes que arriesgan su vida por llegar a nuestro país no conoce la realidad. Las mismas mafias que les acercan a la frontera española les explotan hablándoles de un bienestar que solo existe para los cuatro ricos de siempre. Una burda mentira a fin de sacarles las escasas pertenencias que poseen los desgraciados caminantes. Es cierto que de vez en cuando algunos de los que llegan encuentran trabajo y pueden incluso enviar alguna pequeña cantidad de dinero a sus familias, pero apenas si el 4/1000. También a Europa llegaron las vacas flacas y el ficticio bienestar que disfrutamos unos años atrás se ha esfumado. Los tiempos cambian, siempre fue así y así seguirá siendo...
RAFAEL FABREGAT
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