5 de mayo de 2014

1364- EL REY WAMBA.

Wamba, rey de los visigodos.
Los reyes visigodos duraban pocos años en el trono. Quizás por eso, cuando a Wamba le ofrecieron el trono, a la muerte de su padre el rey Recesvinto (672), se negó a aceptarlo alegando ser mayor para tal responsabilidad. Finalmente y de muy mala gana no tuvo otro remedio que aceptar la corona que se le ofrecía. Pese a su poca disposición inicial defendió con energía los intereses del reino de Toledo en la Galia Narbonense, luchó en diferentes campañas contra los vascones del norte peninsular y ganó una batalla marítima contra los sarracenos que intentaban entrar en la península. Tampoco a su alrededor faltaban las conspiraciones, hasta el punto de tener que promulgar una Ley Militar que obligaba a nobles y eclesiásticos a acudir con sus tropas en caso de invasiones o rebeldías.
El año 675 convocó el XI Concilio de Toledo en el que se dictaron severas medidas para corregir los abusos y vicios eclesiásticos. 


Ante los recortes y vigilancia extrema derivada de estas medidas disciplinarias, el arzobispo de Toledo Julián II conjuró con el conde Ervigio, primo del rey, ofreciéndole su apoyo de acceso al trono caso de acabar con el opresor de sus intereses. El 14 de Octubre del año 680 los criados le llevaron al rey la infusión de hierbas que tomaba de costumbre, aunque en esta ocasión el brebaje contenía también un poderoso narcótico. El rey se desplomó en coma aparente y los nobles que eran ajenos a la trama, creyéndole en trance de muerte y aconsejados por el arzobispo, decidieron se le pusiera el hábito de monje y se procediera a su torsura para morir como cristiano ejemplar. Cuando el rey despertó al día siguiente, se vio transformado en penitente público, vestido de monje y con la cabeza rasurada. Según la ceremonia celebrada durante su aparente agonía, caso de sobrevivir al trance, había sido relevado de todos los asuntos terrenales y de acuerdo con la disciplina eclesiástica incapacitado para reinar. 


Monumento al rey Wamba. MADRID.
Pronto se dio cuenta del engaño y de la conspiración que se había hecho sobre su persona pero de nada sirvió reclamar sus derechos. Incluso fue obligado a firmar la designación de heredero en la persona del conde Ervigio. Allí mismo el arzobispo de Toledo Julián II ungió a Ervigio como nuevo rey de los visigodos, celeridad que a los ojos de toda la corte le hizo sospechoso de la trama. Gracias quizás a su aparente docilidad, que mejor podríamos llamar inteligencia, el rey Wamba se retiró al Monasterio de Monjes Negros, en San Vicente de Pampliega (Burgos) hasta su muerte en el año 688. Este monasterio está actualmente desaparecido. Su cadáver recibió cristiana sepultura en la misma puerta de la iglesia del monasterio y allí permaneció hasta el siglo XIII cuando el rey Alfonso X el Sabio ordenó que sus restos fueran trasladados a la iglesia de Santa Leocadia, junto al Alcázar de Toledo, donde también fueron depositados los de su padre el rey Recesvinto. Ambos sepulcros fueron profanados por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia en busca de algún posible objeto de valor. 

Los huesos de hijo y progenitor fueron arrojados al exterior de la tumba sin ninguna consideración por los personajes y su Historia. Con posterioridad al sacrilegio, aquellos huesos fueron recogidos y guardados a buen recaudo. En 1845 los restos de ambos monarcas fueron depositados en una arqueta de madera y trasladados a la Catedral de Toledo, donde quedaron expuestos en el salón principal de la Sacristía de la catedral, lugar en el que pueden contemplarse actualmente.
Siete años después de su nombramiento y todavía con el rey Wamba lleno de vida, el rey Ervigio hubo de designar sucesor del trono a su yerno Égica, pariente de Wamba al que odiaba profundamente. Estando en el lecho de muerte, hubo de sufrir el despojo y la humillación que él había inferido al rey Wamba

RAFAEL FABREGAT


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