Wamba, rey de los visigodos. |
El año 675 convocó el XI Concilio de Toledo en el que se dictaron severas medidas para corregir los abusos y vicios eclesiásticos.
Ante los recortes y vigilancia extrema derivada de estas medidas disciplinarias, el arzobispo de Toledo Julián II conjuró con el conde Ervigio, primo del rey, ofreciéndole su apoyo de acceso al trono caso de acabar con el opresor de sus intereses. El 14 de Octubre del año 680 los criados le llevaron al rey la infusión de hierbas que tomaba de costumbre, aunque en esta ocasión el brebaje contenía también un poderoso narcótico. El rey se desplomó en coma aparente y los nobles que eran ajenos a la trama, creyéndole en trance de muerte y aconsejados por el arzobispo, decidieron se le pusiera el hábito de monje y se procediera a su torsura para morir como cristiano ejemplar. Cuando el rey despertó al día siguiente, se vio transformado en penitente público, vestido de monje y con la cabeza rasurada. Según la ceremonia celebrada durante su aparente agonía, caso de sobrevivir al trance, había sido relevado de todos los asuntos terrenales y de acuerdo con la disciplina eclesiástica incapacitado para reinar.
Monumento al rey Wamba. MADRID. |
Los huesos de hijo y progenitor fueron arrojados al exterior de la tumba sin ninguna consideración por los personajes y su Historia. Con posterioridad al sacrilegio, aquellos huesos fueron recogidos y guardados a buen recaudo. En 1845 los restos de ambos monarcas fueron depositados en una arqueta de madera y trasladados a la Catedral de Toledo, donde quedaron expuestos en el salón principal de la Sacristía de la catedral, lugar en el que pueden contemplarse actualmente.
Siete años después de su nombramiento y todavía con el rey Wamba lleno de vida, el rey Ervigio hubo de designar sucesor del trono a su yerno Égica, pariente de Wamba al que odiaba profundamente. Estando en el lecho de muerte, hubo de sufrir el despojo y la humillación que él había inferido al rey Wamba.
RAFAEL FABREGAT
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