15 de mayo de 2014

1375- DESCUBRIMIENTO DE LA SEDA.

El asunto es casi tan viejo como el árbol de la morera. La historia de la seda comienza en China y se remonta nada menos que al siglo XXVII a.C. Este país asiático consigue durante tres milenios mantener el secreto de su producción, siendo por tanto exportador mundial exclusivo de estas telas excepcionales, con destino a los más eminentes mandatarios de aquellos tiempos. Finalmente, espías, ladrones o simples mercaderes facilitaron este conocimiento a otras partes del mundo y una vez llega este conocimiento a Europa Occidental, ya en la Edad Media, empieza su producción a gran escala que desemboca en el siglo XIX en una fase de industrialización a gran escala que abarata su precio y, aunque sigue siendo un lujo, permite su adquisición a todos los niveles de la escala social.


El proceso supongo que es universalmente conocido. Hay un gusano, que se come las hojas del árbol de la morera y cuando está ya totalmente desarrollado, va tejiendo un capullo en el que se encierra para llevar a cabo su metamorfosis. Ésta consiste en que el gusano se transforma en mariposa y cuando está totalmente desarrollada, perfora el capullo para salir al exterior y hacer la puesta de huevos de los que saldrán los nuevos gusanos y vuelta a empezar. 


Como es natural, para la fabricación de la seda es imprescindible que la recolección de los capullos se lleve a cabo antes de que la mariposa perfore el capullo, puesto que en ese caso el hilo de seda se corta y ya no puede utilizarse para tejer. Todos estos procesos biológicos tienen unos tiempos prácticamente exactos que los productores de seda conocen perfectamente a fin de obtener la cosecha prevista.


Hay mil leyendas al respecto del origen de la seda. Una de ellas cuenta que en la primavera del año 2600 a.C. la reina Ling, esposa del emperador Huang, estaba tomando el té con sus mucamas, bajo un árbol de morera en el jardín imperial. De pronto un capullo de seda cayó del árbol dentro de su taza y al querer sacarlo la mucama, no sin cierta repugnancia, vio que de la taza sobresalía un hilo fino y brillante. Tiró de él puesto que éste envolvía el capullo pero aquello no parecía tener fin. Las habilidosas mucamas tejieron aquel fino hilo convirtiéndolo en tela, de tal suavidad que la reina mandó buscar todos los capullos que hubieran en las moreras de sus jardines, consiguiendo material suficiente para poder hacerse un vestido. 


Encantado el rey con el nuevo vestido de la reina llamó capullos a aquellas extrañas moras que surgían de los árboles y al hilo del que estaban hechos lo llamó seda. Atendiendo el deseo de la reina su esposa, ordenó el rey se organizara un grupo de trabajadores para que buscaran aquellas extrañas moras blancas en todos los árboles del reino y gran cantidad llegó a sus graneros donde fueron sumergidas en agua caliente y extraído aquel hilo dorado que tanto había gustado a la reina. 


Aquello solo fue el comienzo puesto que los sabios recibieron de inmediato la orden de ver la forma de producirlo a mayor escala, motivo por el cual se estudió la alimentación y comportamiento de los gusanos que lo creaban, así como su reproducción. Había nacido la seda, como tela excepcional y exquisita, solo al alcance de reyes y personajes eminentes. 
Naturalmente comenzó un laborioso proceso de fabricación en unos tiempos en los que el telar no existía o era muy rudimentario. 
Siguió el teñido que diera realce a los vestidos elaborados con aquella nueva y mágica tela. Debieron de pasar muchos años, siglos, para conseguir darle a la seda el realce que merecía tan excepcional materia prima. 
Poco a poco tales adelantos fueron consiguiéndose y como si tan costosos avances ya carecieran de importancia, 
durante siglos China recordó con respeto a la Reina Ling como única y auténtica 
madre de la seda. Un material que solo se elaboraba en talleres controlados por el rey e incluso en el propio palacio, siempre en el más estricto secreto. Desde luego el elevado precio que se conseguía por tan especiales telas lo merecía.


Cerca del río Amarillo, en el pueblo de Xi-Yin, provincia china de Shan-Xi, unos arqueólogos encontraron a mediados del siglo XX el fósil de un capullo de seda datado justamente a finales de la Nueva Edad de Piedra (3000-2500 a.C.) y en los alrededores ruedas de piedra giratorias, agujas de hueso y otros elementos de tejido, lo que indica que en esa fecha ya se trabajaba allí la seda. Se sabe que esta zona es el lugar donde comenzó la civilización china. Poco tiempo después en Wu County, en la provincia de Jiang Su, se descubrieron restos de cerámica donde estaba dibujado el gusano de seda y una canasta de bambú con restos de tela de seda carbonizada pero todavía flexible. Pruebas de carbono dataron aquellos restos en 4700 años, lo que da verosimilitud a la leyenda de la Reina Ling.

A pesar de los milenios transcurridos y la fabricación actual a gran escala, en algunos puntos de China todavía se mantienen en activo talleres artesanales donde se producen prendas de seda con métodos mecánicos prácticamente manuales. Estas telas de extensión limitada y corta producción son muy estimadas y buscadas por su exclusividad.

RAFAEL FABREGAT

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