26 de mayo de 2014

1389- LA ISLA DE SANTA ELENA.

Sí amigos, esa misma. La isla en la que murió Napoleón Bonaparte tras un exilio de casi seis años. Esto no es París pero, aún así, Napoleón no murió de aburrimiento como algunos pudieran pensar, sino envenenado con arsénico. No se sabe más...


La Isla de Santa Elena fue descubierta en 1502 por el navegante gallego Juan de Nova, al servicio del rey portugués Manuel I, cuando regresaba de la India. La llamó Santa Elena por haberla descubierto el día de esta patrona, según el santoral.
A pesar de tratarse de un clima tropical y con gran abundancia de bosques y agua dulce, la isla estaba deshabitada. En vista de ello se importó ganado y diferentes árboles frutales, se construyó una capìlla y varias viviendas y se utilizó como punto de descanso en los largos viajes a la India. Allí quedaban los que enfermaban durante el viaje, para reponer fuerzas y coger el siguiente navío, o para regresar a Portugal si ello no era posible. Por curioso que nos parezca, al ser una isla tan remota, la moneda vigente en este momento es el Euro.


Por su situación estratégica, el descubrimiento de esta isla permaneció en secreto durante más de 80 años. Su primer residente permanente fue Fernando López, soldado portugués en la India que traicionó a los suyos al pasar información y apoyo a los rebeldes de Rasul Khan. Como castigo a todos los disidentes les fue cortada su mano derecha y el pulgar de su izquierda, además de la nariz y las orejas. López fue el único que sobrevivió a las torturas. Durante tres años permaneció en Goa como un miserable mendigo. Embarcado hacia Portugal por orden real en 1513, prefirió exiliarse voluntariamente a que le vieran amigos y familiares en tan lamentable estado. Al atracar el barco en Santa Elena para el suministro de agua, López se escondió en el bosque y aunque fueron a buscarle, no lo encontraron. Permaneció en Santa Elena, casi en soledad, hasta su muerte en 1545.

La Isla de Santa Elena tiene una superficie de 121 Km2., incluyendo algunos islotes próximos a su costa, que apenas suman 1 Km2. entre todos ellos. Está ubicada al sur del océano Atlántico, a 2.800 Km. al oeste de las costas africanas de Angola y, al ser de perímetro muy escarpado, la pequeña bahía frente a Jamestown es el único punto de atraque posible. Administrativamente pertenece al Territorio Británico de Santa Elena, Ascensión y Tristán de Acuña, a pesar de estar separada 1.300 Km. de la primera y 2.700 de la segunda. Portugal no llegó nunca a tener un asentamiento permanente en la isla ni llegó a tomar posesión oficial de la misma. Justamente por eso en 1588 el navegante británico Thomas Cavendish desembarcó en esta isla en su viaje alrededor del mundo y tres años después (1591) la visitó el capitán Abraham Kendall


El comerciante y corsario sir James Lancaster hizo escala en su viaje de Oriente a Inglaterra, regresando en 1603 como representante de la Compañía Británica de las Indias Orientales. La isla era demasiado pequeña y no tuvo interés para la compañía, quedando deshabitada hasta la llegada de los neerlandeses en 1645. Para ellos sí mereció la pena pero, ante ese inesperado interés, la Compañía Británica reclamó derechos sobre la misma y en 1651 la isla fue transferida a la Compañía Británica que construyó un fuerte en 1658 y estableció un destacamento permanente. En honor al duque de York (Jaime II) el fuerte fue llamado Jamestown, actual capital de la isla. Los holandeses recuperaron la isla en 1673, pero rápidamente fueron expulsados.


En 1798 se construyó la fortaleza Alta Knoll para protección de los habitantes en caso de invasión. Una escalera de 699 escalones sube desde Jamestown hasta ella. Hoy es reto para los turistas, antes para proveer la fortaleza de alimentos armas y munición. En el siglo XVIII más de la mitad de los habitantes de Santa Elena eran esclavos pero a partir de 1810 los británicos empezaron a importar chinos de Catón. La Compañía Britanica de las Indias Orientales hizo prosperar la isla hasta límites insospechados pero todo acabó en 1870 con la apertura del Canal de Suez, a partir de cuyo momento ya no era necesario rodear África para navegar entre Europa y Asia. La escala en Santa Elena, hasta entonces fundamental, dejó de serlo para siempre. A partir de entonces y debido justamente por su lejanía e inaccesibilidad, Santa Elena se convirtió en prisión de grandes personalidades de la Historia. 


Casa en la que vivió Napoleón.
El primero de ellos fue, como se ha dicho anteriormente, Napoleón Bonaparte pero siguieron los jefes de los Bóers sudafricanos y varios jefes zulúes, entre otros. En 1854 y en nombre de la Historia de Francia, el emperador francés Napoleón III negoció con los británicos la compra de una pequeña parte de la isla. Justamente los terrenos en los que tenía su enclave la casa que ocupó Napoleón Bonaparte (Longwood) durante su exilio y el Valle de la Tumba o de los Geranios, allí donde en primer lugar estuvo sepultado su cuerpo. El precio abonado fueron 7.100 Libras esterlinas. El pabellón Briars, primera casa del emperador en la isla, fue introducido en esa misma propiedad en 1959 cuando su último propietario lo donó a la República Francesa. Pese a su denominación de "Dominios franceses de Santa Elena", estas propiedades no constituyen una dependencia de Francia, sino que son propiedades privadas dentro de un territorio británico.



Todavía hoy se mantiene en su primitiva tumba una lápida austera de piedra que indica el lugar donde descansaron los restos de Napoleón. En su testamento, Napoleón expresó su deseo de ser enterrado en París, a orillas del Sena. 
Aunque las autoridades francesas pidieron a las británicas la repatriación del cuerpo, ésta fue denegada en base a las revoluciones de la época y con la promesa de acceder cuando la situación se calmase. En Mayo de 1840 el rey Luis Felipe I de Francia ordenó llevar a cabo una nueva petición formal al gobierno británico que esta vez fue aceptada. Se decidió repatriar el cuerpo y darle sepultura definitiva en la iglesia del palacio real de Los Inválidos de París. El 7 de Julio de 1840 la fragata Belle Poule, al mando del príncipe Joinville, el hijo más joven del rey, salió en busca de los restos del emperador Bonaparte en un viaje sin prisas y una duración de 93 días. 


A su llegada les anunciaron que los restos del general les serían entregados el jueves 15 de Octubre. Tras diferentes celebraciones, a las 8 de la mañana del domingo día 18 el Belle Poule levaba anclas y se hacía a la mar con el ataúd a bordo. La ruptura diplomática entre Francia y el Reino Unido, por incidentes en Egipto, preocupaba a los dirigentes del cortejo fúnebre. Se imponía un viaje relámpago hacia París. Las amenazas de guerra les fueron confirmadas por el barco holandés Egmont, en dirección a Batavia. La tripulación fue llamada a zafarrancho, aunque con orden de escabullirse en caso de ser atacados y protegerse en el puerto más próximo posible. El 30 de Noviembre el Belle Poule entraba en la rada de Cherburgo sin novedad, puesto que los conflictos ya habían cesado. 


Tras varios transbordos el féretro llegó al muelle de Courbevoie, en París, el día 14 de Diciembre de 1840 fijándose la ceremonia del entierro para el siguiente día 15. A la llegada del cortejo a Los Inválidos el príncipe Joinville, no teniendo discurso preparado para la ocasión, saludó al rey (su padre) con el sable en alto...
  - Sire -dijo el príncipe De Joinville en un susurro, al tiempo que bajaba el sable a tierra- os presento el cuerpo del emperador Napoleón.
  - Lo recibo en nombre de Francia -respondió el rey con voz fuerte.

RAFAEL FABREGAT

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