Tormenta formándose sobre el lago Titicaca. |
UYUNI. Pequeñas pilas para que la sal vaya secándose. |
Más 25 ríos desembocan en el lago Titicaca pero su desnivel es tan bajo que las aguas entran en el lago sin turbulencia alguna, como simples meandros que apenas dejan adivinar que se trata de una desembocadura. Abunda allí la vegetación acuática, lo que motiva que proliferen los peces y reptiles, así como las aves que se alimentan de ellos. Son ríos de corta longitud y caudal irregular provocado por las lluvias estacionales.
En sus orillas florecieron en tiempos antiguos las culturas Chiripa y Pucará que dieron paso hacia el año 200 de nuestra Era a los Tiahuanacotas y posteriormente a los Incas.
Desde la llegada de los españoles en 1542 el lago pasó a ser gestionado por España y así continuó hasta la independencia de Perú y Bolivia, en 1821 y 1825 respectivamente. Tal como sucede ahora, el lago estaba dividido en dos territorios jurisdiccionales: la Audiencia del Cuzco por un lado y la de Charcas por otro. Hoy es territorio binacional aceptado por Bolivia y Perú en el protocolo firmado en La Paz en 1932.
La población actual de las orillas del lago Titicaca son descendientes de la antiguas etnias Aymaras, Quechuas y Urus, lo que hace que se mantengan estrechas e históricas tradiciones entre ellos. La pesca es factor importante para los habitantes de sus orillas, pero solo en plan de subsistencia. La artesanía textil es también común en los pueblos próximos al Titicaca. Son prendas rústicas de lana o alpaca, multicolores y con reminiscencias precolombinas. En el lago abundan las islas, la mayoría habitadas desde la antigüedad.
Los habitantes a orillas del lago Titicaca sobrepasan los 2 millones de personas.
Habitantes excepcionales del lago son la etnia Uru que habitualmente vive en islas flotantes, construidas con la plata de la Totora. Se trata de una planta similar a lo que en España conocemos como Anea, Boga o Espadaña, de gran flotabilidad una vez seca. Con gavillas de esta planta construyen incluso sus embarcaciones de pesca a las que llaman "caballitos de totora". Con ellas pescan o acarrean gavillas de totora de lugares alejados del lugar que ocupan de forma permanente.
La acumulación de esta paja sobre el suelo artificial, de entre 2 y 3 metros de espesor, crea auténticas islas flotantes de superficie ilimitada, sobre las que construyen sus chozas. El hecho de ser flotantes no implica desplazamiento alguno, sino que es una forma de crear solar sin tener territorio. Totalmente sedentarios e indomables, viven de la pesca y algún intercambio con el excedente. Una auténtica fórmula de supervivencia para una etnia que no ambiciona otra cosa que vivir sin ataduras de ningún tipo. Algo que muchos entendemos como vagabundeo pero que quizás sea una filosofía de vida mejor que la del resto de los mortales. Lo que hace la mayoría no siempre es, ni tiene por qué ser, lo mejor...
RAFAEL FABREGAT
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