4 de septiembre de 2019

2851- MONASTERIO DE FITERO.

En realidad Fitero es el municipio navarro donde se halla este monasterio cisterciense de soberbia construcción románico-gótica. Su nombre correcto es el de Monasterio de Santa María la Real o de Santa María de Nienzebas. 

El origen de su fundación fue la donación que Alfonso VII de León otorgó en 1.140 a San Raimundo de Fitero, abad que junto a un grupo de monjes cistercienses construyó una iglesia provisional en la localidad próxima de Niencebas, para más tarde construir el monasterio de Fitero. A la muerte de Alfonso VII, en 1.157, Raimundo fue a Toledo para que Sancho III, el nuevo rey, le confirmase los privilegios concedidos al monasterio por su padre. 
Ante el anuncio de una inminente ofensiva musulmana a Calatrava la Vieja y de la promesa del rey de otorgar la plaza a quien la defendiera, Raimundo y su amigo fray Diego se animaron y crearon la Orden de Caballería, que más tarde se llamaría "Orden de Calatrava", y de la que Raimundo fue fundador y primer Gran Maestre. 
En poco tiempo reunieron un importante ejército de caballería que se organizó de acuerdo a las normas del Císter. Al ver la gran defensa de la plaza los moros se disuadieron de atacarla. Ya muy mayor Raimundo se retiró a la villa de Ciruelos, donde murió en 1163. Fue canonizado en 1.729 por el papa Clemente XI.

Las obras del nuevo Monasterio de Fitero se dieron por concluidas en 1152 con la bendición del cementerio de Fitero y el traslado de toda la comunidad al nuevo emplazamiento. Las características constructivas son las propias de la transición del románico al gótico, con las características propias del gusto cisterciense. Por razones que se desconocen, en 1959 el Monasterio de Fitero fue invadido por una muchedumbre armada enviada por el obispo de Tarazona que, tras destruirlo, se hizo cargo del dominio espiritual. Todos los monjes fueron apaleados, consiguiendo huir hasta el Monasterio de Calahorra. Ni ellos ni el abad Raimundo pudieron regresar jamás a su monasterio. Dos años después, en 1.161, una nueva comunidad cisterciense restauró someramente los destrozos y se instaló en el Monasterio de Fitero.


Raimundo y sus monjes, con el apoyo de Alfonso VIII, intentaron recuperar su monasterio pero no lo consiguieron. Seguramente el apoyo real sería más moral que armado, con lo cual sus pretensiones no llegaron a fructificar. Fue entonces cuando, cansado de tanta lucha y viendo que ya no había posibilidad alguna de conseguir sus objetivos, se autoexiló a la localidad de Ciruelos donde fallecería dos años después.
La nueva comunidad cisterciense y su abad Guillermo empezaron la construcción de un nuevo monasterio que es el que hoy podemos contemplar. Según lo acostumbrado se empezó por la cabecera, concluida a finales del siglo XII, siguiendo con todo el cuerpo de la iglesia que fue finalizada en 1247. 

Las obras fueron financiadas por el obispo de Toledo Don Rodrigo Jiménez de Rada. Este obispo murió ese mismo año 1247 cuando regresaba de Lyon, donde se había entrevistado con el papa Inocencio IV con la petición (conseguida) de una Bula de Indulgencias para quienes visitasen la nueva iglesia.
Con el gran crecimiento de la población, a partir del siglo XVII, el monasterio quedó encajonado por las construcciones particulares, invadiendo incluso parte del conjunto. 
Solo delante de la portada principal y en la de los ábsides posteriores se puede contemplar exteriormente esta gran obra. Fue en ese momento de la Historia cuando, convertido en parroquia, se organizó la capilla bautismal y el coro que sustituía al medieval.
No vamos a pormenorizar las excelencias de esta extraordinaria iglesia, sino a aconsejar su obligada visita a un monumento románico, gótico y de bóvedas estrelladas, propias del renacentismo. Todos los estilos pueden ser encontrados en esta singular iglesia. Si pasan por la comarca no dejen de visitarla. Les encantará.

RAFAEL FABREGAT

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