Fué una alternativa al corsé que las mujeres agradecieron sobremanera, aunque en una época en la que las mujeres de clase baja no llevaba ni una cosa ni la otra. Hoy es algo común, pero el invento es relativamente reciente. La niñas, así es el mundo actual, esperan ansiosas el más mínimo bulto en dicho lugar para pedirles a sus madres que se lo compre sin más dilación. En algunos casos y todavía sin motivo aparente alguno, ya son las madres las que se lo presentan a las niñas, en un alarde de complicidad femenina y aunque, para llenar las copas haya que gastarse un cierto dinero en algodón...
A las niñas, ya se sabe, les hace ilusión y a las madres más todavía. Al menos en un principio porque, al fin y al cabo, es un gasto más. Detrás de esta prenda hay una historia complicada por la lucha de la moda y la salud femenina que, al menos hasta la maternidad, implica que las mujeres podrían vivir perfectamente sin esta prenda. Pero fue la moda y sus intereses quienes fomentaron y pregonizaron su utilidad a la hora de vestir con una cierta elegancia. Efectivamente fue una alternativa al corsé pero, en principio, su utilidad como enmascarador de la figura, fué un fracaso. Nada que ver. Comercialmente, sin embargo, fué un éxito sin precedentes. Ya no era cuestión de comodidad sino de picardía femenina. El sujetador es una prenda atractiva, para la mujer y para el hombre.
Con el tiempo las "cosas" cambian. Ya no es la ilusión la que obliga a comprar esta prenda, sino la necesidad primordial de la misma, como es el sujetar un volumen y un peso para que el pecho no caiga y las prendas que luzcas encima estén donde deben estar. Como se ha dicho, empezó como una feminidad normativa pero se ha convertido en una elección personal. Más aún en un momento en el que la mujer reclama su derecho a decidir. Lo del corsé no era un sujetador de los pechos, sino un modelador de la figura, a costa de la comodidad é incluso de la salud. No solo apretaban las carnes sobrantes, sino las costillas y los órganos internos hasta casi asfixiar a su portadora. Con la llegada del siglo XX, algunos médicos advirtieron a sus clientas de los peligros de esta práctica, hasta el punto de surgir manifestaciones feministas en contra del corsé.
El primer invento para aliviar a las féminas, surgió el año 1889 en Francia y consistió en dividir el corsé en dos partes. Se llamó "Le bien-être" (el bienestar) una versión que, aunque primitiva ya usaba tirantes y evitaba la presión del pecho, pero no fue hasta 1914 cuando la estadounidense Caresse Cosby patentó lo que podemos considerar como el primer sujetador moderno y que era poco más que dos pañuelos, una cinta y un cordón. Se dice que esta diseñadora lo improvisó para ir a una fiesta puesto que el vestido que se hizo para esa noche no se acomodaba al corsé tradicional. El invento les gustó tanto a sus amigas que se animó a comercializarlo, pero con poco éxito.
La patente le había costado un dineral y acabó vendiéndola a Warner Brother Corset Co. por 1500 $, una empresa que ganó cientos de millones en menos de una década al introducirla en el mercado a gran escala. Así son las cosas de la vida, unos venden una propiedad para poder comer y otros se hacen ricos con ella... Su popularidad creció en las décadas de 1930-40 pero su éxito mundial llegó con la II Guerra Mundial por un motivo práctico, al pedirlo a las mujeres que, en las fábricas, sustituían a los hombres desplazados a la guerra y a fin de evitar accidentes con la maquinaria.
Con la llegada de los años 60 y 70 el feminismo volvió a criticar esta prenda, pero las actualizaciones constantes y su perfecta adaptación a los diferentes cuerpos de las mujeres los fabricantes mantuvieron la presión y salieron del embrollo. Con el siglo XXI se trabaja más que nunca en la diversidad de cuerpos y en su adaptación al deporte femenino, cada día más en boga. Está claro que no evita la caída del pecho pero en este momento el sujetador responde a su uso por comodidad o preferencia personal y tanto o más a una forma de vestir.
RAFAEL FABREGAT
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