6 de octubre de 2018

2668- EL CÓMODO CALCETÍN...

Contrariamente a lo que pudiera parecer, el invento del calcetín no es nada nuevo. De hecho ya los hombres del Neolítico llevaban prendas que abrigaban piernas y pies allí donde el frío se hacía notar. De todas formas esta prenda se desarrolló no para proteger del frío, que también, sino para hacerlo de las rozaduras de una botas que nada tenían que ver con la perfección actual. La foto de arriba nos muestra la prenda de abrigo del pie de una momia egipcia, a la que difícilmente podemos llamar calcetín. Es de paño no tejido, resultado de aglomerar pelo animal o humano para paliar los daños en los pies.

Fue el poeta griego Hesiodo el primero que escribió sobre esta prenda en el siglo VIII a.C., pero no amplió su relato sobre los materiales empleados en su confección. De todas formas, una vez más, la discriminación de la mujer se hace patente al revelar que las mujeres nunca, o muy raramente, llevaban calcetines. 
Sea como fuere sabemos con toda seguridad que los bárbaros fueron precursores del calcetín al emplear tiras de piel de animal sin curar y con los pelos en contacto con el pie, a fin de mitigar las rozaduras del calzado. 
Hasta el siglo II d.C. los romanos llevaban sandalias sin protección alguna. Posteriormente usaron tiras de lana enrolladas al pie, que subían hasta la mitad de las piernas. Los udones o calcetines de tela de lana llegaron después.

En Egipto la industria del calcetín nació hacia el año 256 de nuestra Era, como lo prueba la fotografía adjunta que nos muestra el calcetín de un niño, encontrado en su tumba. Se considera el más antiguo del mundo realizado con esta técnica. En aquellos momentos Egipto pertenecía al Imperio Romano. Como puede verse ya estaban hechos de lana y ganchillo, con hasta siete colores diferentes y resultado de la mezcla de los únicos tres tintes entonces conocidos. En aquellos tiempos, al igual que las manoplas, el calcetín enfundaba solamente el dedo gordo del pie y el resto de los dedos iban en un espacio conjunto. Procede de Antinoópolis (Egipto) y, aunque encontrado en la ciudad inglesa de Leicester, está expuesto en el British Museum de Londres.

RAFAEL FABREGAT

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