Jauja es el número uno de las utopías de la humanidad, una maravilla que supera en mucho al Paraíso Terrenal descrito en el Antiguo Testamento. El propio Cielo en la Tierra y que naturalmente no existe. Sin embargo hubo un tiempo en que se dijo que dicha tierra, que contenía entre otras muchas cosas la Fuente de la Eterna Juventud existía sin lugar a dudas. Se la llamaba Antillía, Jauja o País de la Canela y era una isla ubicada en medio del océano Atlántico primero y en Perú después. De todas formas nadie ha podido encontrar el lugar a pesar de los más de 500 años que hace que se relató la inverosímil historia de su hallazgo por un tal capitán Longares, oficial bajo las órdenes de Pizarro. Esta tierra mitológica, de la que tanto se habló en la Edad Media, era un lugar paradisíaco donde trabajar no era necesario y la comida abundaba por doquier. Sus habitantes vivían junto a ríos de vino y leche y los lechones, ya asados, pendían de los árboles con un cuchillo clavado en el lomo. Solo faltaba cortar el trozo a degustar.
En Jauja la gente adicta al trabajo, cada día más escasa, si quería trabajar tenía que pagar el precio estipulado. Esos y otros prodigios describía Lope de Rueda refiriéndose a la Tierra de Jauja...
"Panarizo y Honzingera eran dos delincuentes de poco pelo que andaban por esos caminos de Dios engañando a cuantos les escuchaban. Un tal Mendrugo, con su mujer en la cárcel, llevaba cada día comida para su esposa y la pareja de bribones lo abordaron...
- ¿A donde va buen hombre? -le espetó Honzingera.
- Voy a la cárcel a llevarle el pienso a la Tomasa -contestó Mendrugo.
- Vaya, vaya... ¿Y qué le lleva? -dijo Panarizo.
- Unas albóndigas que hago yo mismo con carne, huevos y especias.
- Pues menuda obligación. Si viviera en Jauja no tendría que hacerlo -añade Honzingera.
- ¡Vaya! ¿Cómo es eso?.¿Qué pasa en ese lugar?.
- En Jauja pagan a los hombres por dormir y azotan a los que quieren trabajar.
- ¡Buena debe ser esa tierra!. Cuente, cuente...
Mendrugo se sienta junto a ellos con la cazuela entre las piernas lo cual no impide que, mientras uno le habla el otro vaya comiendo albóndigas.
- En jauja las calles están empedradas con yemas de huevo y en las aceras hay asadores de 300 pasos de largo, repletos de gallinas, capones y perdices...
- Hummm. A mí todo eso me gusta -afirma Mendrugo.
- También cazuelas con toda clase de guisos.
- ¿Como ésta que yo traigo? -dice Mendrugo mirando la cazuela vacía.
Honzingera y Panarizo salen corriendo y Mendrugo dando voces tras ellos.
- ¡Ladrones, ladrones! -grita mirando la cazuela vacía- Me han dejado sin un buñuelo... (Pobrecillos... A lo mejor tenían hambre.) Y todo por escucharlos, creyendo que se podía vivir sin trabajar. Esto me servirá de lección..." (Texto adaptado)
En la fecha en la que se escribió esta fábula (1547) ya existían dos pueblos con ese nombre: una aldea de Lucena, en la provincia de Córdoba (España) y otro que había fundado el conquistador Pizarro en 1534 como primera capital del Virreinato de Perú, antes de la fundación de Lima.
Seguramente el escritor Lope de Rueda se inspiraría en esta última localidad puesto que de ella se decía en la Corte española que estaba establecida en Xauxa, un valle muy rico de este país sudamericano, que fue conquistado en 1533 y en donde el rey Atahualpa entregó a Pizarro un inmenso tesoro.
Algunas veces de lo literario a lo literal van tan solo un pequeño paso que el imaginario popular añade con escasa dificultad.
Somos nosotros, los lectores, quienes debemos poner los lindes de tan vasto e imaginativo territorio.
RAFAEL FABREGAT
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