13 de octubre de 2018

2675- ¡ME VA A ESTALLAR LA CABEZA!.

POMPEYA. En primer plano el Foro y el templo de Apolo.
Es una expresión bastante frecuente, cuando sufrimos una fuerte jaqueca, pero en el caso que nos ocupa es algo literal. Miles de artículos nos han contado la gran conmoción que supuso la erupción de Vesubio, en el año 79 d.C. Yo mismo escribí largo y tendido, con motivo de mi visita a Nápoles y muy especialmente a la antigua y desolada ciudad de Pompeya. Años después de aquella tragedia el poeta Marco Valerio, nacido en la ciudad prerromana de Bíbilis, escribía: "Todo yace sumergido en llamas y triste ceniza. Ni los dioses hubieran tenido el poder suficiente para hacer algo parecido". Y no solo desaparecía Pompeya, sino también otras cinco poblaciones cercanas, incluida la ciudad vacacional de Herculano, más pequeña que Pompeya pero más ricos sus moradores.
Plinio el Joven fue testigo presencial del desastre y en cartas escritas al senador Cornelio Tácito le refería lo siguiente: "Recorrimos con ojos asustados los objetos que sobresalían de aquella profunda capa de ceniza como si fuera nieve. Una nube negra y espantosa, desgarrada por ardientes vapores que se retorcían centelleantes, se abría en largas lenguas de fuego, semejantes a los relámpagos pero de mayor tamaño. Volví la vista atrás y aquella negra nube se cernía sobre nosotros, siguiéndonos como un torrente que se esparcía sobre la tierra. En su interior podías oír los lamentos de las mujeres, los llantos de los niños y los gritos de los hombres. Unos llamaban a sus padres, otros a sus hijos o parientes. Otros se lamentaban de su mala suerte o pedían directamente la muerte. Algunos rezaban a sus dioses, mientras otros renegaban de ellos. 

Todo sucedió el día 24 de Octubre* del año 79 d.C. La erupción comenzó hacia las 11:00 de la mañana con una explosión de vapor que provocó una lluvia fina de cenizas. Nada peligroso, pero que puso en alerta a los habitantes de las ciudades y villas próximas. Buena parte de la población escapó, hacia casas de amigos y familiares que vivían en lugares más alejados y por lo tanto a salvo del posible desastre. Otros no hicieron caso de una advertencia ya conocida en la comarca y simplemente se refugiaron en casas aparentemente más sólidas de la misma ciudad. Hacia el mediodía (13:00h) se iniciaron las explosiones principales, que lanzaron columnas de piedra pómez a 20 y 30 Km. de altura, sumiendo toda la zona en una total oscuridad. Hasta cinco pueblos quedaron sepultados bajo las cenizas de la montaña asesina.

No solo fue Pompeya, de más de 20.000 habitantes, sino también la ciudad balnearia de Oplontis, Boscoreale, el puerto de Estabia y la ciudad marítima de Herculano, que en ese momento contaba con más de 5.000 almas. Todo quedó sepultado de tal manera que, con los años, la comarca y todas sus ciudades quedaron en el olvido. No sería hasta 1738 cuando el futuro rey de España Carlos III, entonces rey de Nápoles, encargó al ingeniero y militar español Roque Joaquín de Alcubierre que iniciase las excavaciones del lugar donde se suponía que Herculano dormía el sueño de los justos, desde diecisiete siglos atrás. Mala elección, si tenemos en cuenta que en ese lugar la capa era de lava solidificada y 26 metros de espesor. Diez años después, en 1748, se empezó a excavar la antigua Pompeya, aunque sin que la ciudad fuera identificada hasta 1763.

Uno de los últimos descubrimientos, que hoy llama nuestra atención, es que las últimas investigaciones llevadas a cabo por la Universidad Federio II de Nápoles determinan el comportamiento de muchos de los cuerpos sepultados bajo la avalancha piroclástica. En el caso de Pompeya, con unas temperaturas que no superaron los 300ºC, los primeros muertos lo fueron a causa del derrumbe de los techos de las casas, que cedieron por el peso de las piedras y otros materiales volcánicos acumulados en sus tejados. También, claro está, por el calor y la asfixia de los gases de la propia erupción, suficientes para matar a la gente pero no para vaporizar la carne de sus cuerpos. Sin embargo buena parte de los habitantes de Herculano, no pudieron huir a tiempo y perecieron aplastados bajo la nube y materiales piroclásticos. Con casi 1000ºC no solo murieron al instante, sino que su sangre hirvió y sus cráneos estallaron por la vaporización de la masa craneal.

RAFAEL FABREGAT

(*).- Hasta hace poco se pensaba que la erupción se había producido el 24 de Agosto del año 79 d.C. pero, en las últimas excavaciones llevadas a cabo en Pompeya, se ha descubierto en una de las casas rescatadas un dibujo fechado el "decimosexto día antes de las calendas de noviembre", o sea, el 17 de Octubre. Esta fecha, una semana antes de la erupción, nos indica que se produjo el 24 de Octubre y no en Agosto como se creía.

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