9 de octubre de 2018

2670- MUJERES DE AYER Y HOY.

Tiempos atrás, hay que reconocerlo, ser mujer era poco menos que ser una esclava. Sin derechos ni libertades de ningún tipo y por lo tanto nada deseable. Por mucho que las leyes dijesen otra cosa, sin estudios la mujer nunca podía alcanzar las mismas oportunidades que el hombre, haciendo a éste superior. No hace tanto, en la España franquista, a las niñas de la Enseñanza Primaria se las educaba para las tareas domésticas y el cuidado de la familia, mientras el hombre era la cabeza visible y el que hacía o deshacía. Está claro que todo esto mejoró notablemente en la segunda mitad del siglo XX y que en la actualidad, ya en el XXI, cursan estudios superiores tanto hombres como mujeres, incluso con mayor aprovechamiento por parte de las segundas.

Hoy existe ya de manera oficial una Ley de Igualdad que garantiza a las mujeres sus derechos y oportunidades. Quedaron atrás pensamientos como el del filósofo griego Platón que pregonaba la igualdad pero no para que la mujer tuviera mayores derechos, sino para prepararse para el hombre y sus hijos futuros. Consideraba el filósofo que solo teniendo la misma preparación y cualidades podía garantizarse el nacimiento de niños perfectos. La mujer era pues necesaria, pero solo para dar placer y para perpetuar la especie. Aristóteles no era tan abyecto, pero distaba poco de serlo. Para él la mejor cualidad de la mujer era el silencio ya que hombres y mujeres eran, con la creación de la familia, el instrumento de la sociedad donde cada sexo tenía las funciones específicas del mismo.

Debido al contexto histórico del momento, en aquellos tiempos los hombres eran agricultores, artesanos o guerreros, mientras las mujeres eran los seres reproductores y las encargadas de que la prole llegase a adulta en las mejores condiciones posibles. Los hombres, la mayoría guerreros, se ausentaban largos periodos de tiempo y muchos de ellos ni siquiera volvían. Ya sin marido, las mujeres no estaban preparadas para asumir solas la manutención y crianza de los hijos y la debacle familiar estaba servida. Era entonces cuando más se echaba de menos el aprendizaje que no tenían. Tanto en la casa como en el trabajo, la mujer siempre era subordinada puesto que el hombre tenía una mayor preparación. Claro que esto ya no es así.

En pleno siglo XXI la mujer tiene igual o mejor preparación que el hombre. Su inteligencia y capacidad no creemos que sea mayor, pero sí su tesón y firmeza. Es por ello que ya son muchas las familias en la que el hombre queda sin trabajo y hace las tareas de la casa, mientras la mujer escala cada vez más altas metas en la sociedad actual. El número de titulaciones universitarias es mayor en mujeres que en hombres, en casi todas las carreras. Lo de ser reproductoras no puede evitarse, pero la mujer europea tiene cada día menos hijos y mayores responsabilidades en la sociedad de hoy. También en la política cada vez la mujer está más presente, como antes ya lo estaba de puertas adentro. Está claro que la superioridad del hombre puede, si acaso, ser física pero no intelectual.

La desigualdad estuvo presente en tiempos anteriores, cuando gobernaba la fuerza pero no la razón. Aquellos tiempos quedaron atrás y en la actualidad prima la sabiduría y el buen hacer pues, al margen del sexo con el que se ha nacido, todos conocemos nuestros derechos y libertades. El primer escalón que la mujer pudo saltarse fue su derecho a voto, pero detrás de ése llegaron otras muchas metas igual de atractivas y necesarias. Dentro del sector de la salud hay muchas más mujeres que hombres y no como enfermeras, sino también como médicos de todas las especialidades. Igual ocurre en las carreras de Derecho e Investigaciones Científicas. En muchos sectores económicos la mujer ya no es la secretaria, sino el Director Ejecutivo de la empresa de que se trate.

Llegados a este punto sería conveniente, para el bienestar general, que la mujer fuera más inteligente que el hombre y que no quisiera aprovecharse de su nuevo estatus. Está claro que si está donde está es porque lo merece, pero justamente por eso no debe despertar al oso dormido. En este momento de la humanidad, en el que las guerras entre los hombres están cesando dando paso a las máquinas, no vamos a echarlo todo a perder haciendo que la pelea sea entre hombres y mujeres. Para Platón y Aristóteles las mujeres no merecían el mismo respeto que los hombres, pero eso ha sido corregido. Hoy empezamos ya a ser todos iguales. Para saber que son más guapas e inteligentes, no hacen falta manifestaciones. Por favor, no lo estropeemos...

RAFAEL FABREGAT

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