Es mucha la tinta derramada con diferentes versiones sobre la vida y obra de Judas Iscariote, la mayoría contando pestes a cual más increíble sobre este personaje que ha pasado a la historia como el traidor por autonomasia. Una de ellas cuenta incluso que la cuerda se rompió al intentar ahorcarse y cayendo al suelo reventó esparciéndose sus entrañas sobre la dura tierra, relato bastante improbable y resultado de la inquina que este personaje despertaba entre el pueblo. Esa misma animadversión se extendió hacia los sacerdotes judíos que contrataron sus servicios y por extensión provocó el antisemitismo al formarse una opinión negativa sobre el pueblo judío en general.
Sin embargo ellos no fueron los únicos judíos de esta historia. Todos los apóstoles e incluso el propio Jesús también eran judíos. Judas no hizo otra cosa que interpretar el papel que Dios le tenía asignado, siendo por lo tanto inocente de aquel acto. Sea cual fuere la verdad de lo sucedido lo que si está claro es que, según San Juan, al final de la cena Jesús tomó el pan y el vino y lo repartió entre sus apóstoles diciéndoles que aquellos alimentos eran carne y sangre de su cuerpo y que debían comerlos para alcanzar la vida eterna. Todos comieron el pan y bebieron el vino, con lo cual se entiende que, aún sabiendo que Judas iba a traicionarle, Jesús lo perdonaba al hacer que también él tomara aquellos alimentos.

Pocos días después de la ascensión de Jesús a los cielos, Pedro reunió al resto de los apóstoles y a más de un centenar de seguidores diciéndoles que, según las Escrituras (Salmos 41:9) tras la deserción de Judas otro había de reemplazarle y por lo tanto había de realizarse su elección.

Había seguido a Jesús desde el primer momento de su ministerio, siendo por tanto uno de "los 72" a quien Jesús encargó que predicasen sus enseñanzas cuando Él ya no estuviera en este mundo.
Así lo hizo pues Matías que predicó en Judea y en otros muchos países, evangelizando la Capadocia y las costas del mar Caspio, sufriendo la persecución de los pueblos bárbaros a los que pretendió evangelizar sin conseguirlo.
Finalmente encontró la muerte al ser martirizado y ajusticiado en Cólquida (Georgia) país donde, según la mitología griega, se encontraba el Vellocino de oro, regalo de los dioses que aportaba toda suerte de prosperidad y riquezas a quienes lo poseían. No existen datos fiables de la muerte del apóstol Matías pero los Menaia griegos y otras fuentes legendarias afirman que fue martirizado y finalmente crucificado. La Iglesia ortodoxa tiene por cierto que, condenado a muerte por el sacerdote Ananás, fue apedreado hasta la muerte y posteriormente cortada su cabeza con un hacha.
Ahora, ustedes mismos...
RAFAEL FABREGAT
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