Efectivamente son muchos los que han abandonado la religión para centrarse simplemente en la moral o la ética necesaria para que la humanidad pueda seguir conviviendo con una cierta armonía pero, aún así, muchos siguen manteniendo una fe que se vislumbra anticuada para los tiempos actuales.
Por cierto... ¿cual es la verdadera?. ¿Acaso hay alguna duda sobre la escasa credibilidad que se desprende de los propios sacerdotes que predican lo que sin duda no sienten?. Porque, claro, ellos también se han cansado de darle al manubrio.
Así pues, viendo que son ellos los primeros pecadores, se hace difícil seguirles... Si los sacerdotes no tienen miedo a las cosas del Cielo y del Infierno, vamos nosotros a privarnos de todo, para seguir unas normas que ellos siempre han transgredido. Estamos tontos, pero no tanto.
Las tribus Zía, indígenas que todavía hoy habitan las tierras de Nuevo México, ven al sol como un símbolo sagrado e incluso han trasladado a éste a la propia bandera del Estado norteamericano. En algunas ocasiones este sol, emblema más sagrado de su religión, al que podemos llamar Dios sin ofenderles lo más mínimo, queda rodeado de un círculo rojo que agrupa los rayos que van en todas direcciones y que sirve de símbolo religioso en la presentación de los recién nacidos de ese pueblo. Para los Zía el número cuatro es también sagrado y es por ello que cuatro son los rayos que salen del "Dios sol" en las cuatro diferentes direcciones y juntos representan un círculo de paz y amor interminable. Bonito, ¿verdad?. Al menos esa gente no necesita, como aquí sucede, seguir las enseñanzas de gente que no cree en lo que predica, algo sin duda muy deprimente.
Para los Zía y para cualquier mortal que puebla la Tierra, el sol nos da la vida y el necesario alimento. Sin él nada sería posible. Desde hace ya muchos siglos, las religiones monoteístas impidieron a golpe de espada que la humanidad viera como dioses a las diferentes fuerzas del universo. Costó mucho, porque la humanidad podía ver a estos dioses y recibir de ellos el premio o castigo al seguir o no sus enseñanzas. Por fin los intereses de quienes mandaban lograron imponerse, pero no en todas las partes del mundo, ni tampoco a todos quienes vivían en esos territorios. Todavía hoy, son muchos quienes no creen las enseñanzas cristianas de sacerdotes que no predican con el ejemplo. Actualmente el pueblo Zía ya está ampliamente evangelizado, pero siguen teniendo al Sol como bandera y objeto de sus oraciones.
No hay nada de extraño. El sol les da calor, vigoriza sus cosechas y madura sus frutos, dándoles la vida. ¿No es esa una prueba de amor, que ninguna religión puede igualar?. Aún tratándose de una comunidad muy aislada y reducida, (70 Km2.) el año 2000 todavía se contabilizaron 2.820 indivíduos seguidores de este rol tribal del que el 99,85% son amerindios. El pueblo de Zía (unos 700 habitantes) está situado sobre una meseta de basalto y la mayor parte de sus casas son de barro. El resto está diseminado por las laderas de las montañas vecinas, donde practican la agricultura y la ganadería. El arte local es la cerámica decorativa, con el sol y las flores como centro de su atención, que venden a los muchos turistas que les visitan y que va cambiando poco a poco su forma de ver la vida y el mundo.
RAFAEL FABREGAT
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