Alepo no es la capital de Siria pero, con 4,7 millones de habitantes era la ciudad más poblada del país. La capital, Damasco, solo tenía 1,8 millones. De todas formas, estos datos son del año 2010 y por lo tanto antes de la guerra que se inició tras las protestas antigubernamentales iniciadas en 2011 por la oposición y a la que respondieron lógicamente las Fuerzas Armadas. No vamos a entrar en detalle, pero sí a señalar que este conflicto se internacionalizó, participando Rusia y Estados Unidos, así como los países del Golfo Pérsico e incluso los grupos islamistas radicales. Alepo se convirtió en blanco de unos y otros y frente principal de la Guerra Civil, con el resultado de una ciudad destruida por completo. Estando en Estambul los principales dirigentes de la revolución, más de mil fábricas de Alepo fueron saqueadas y los bienes transferidos a Turquía, con el pleno conocimiento de las autoridades turcas.
Así son las cosas. Una ciudad, de las más antiguas del mundo, sino la que más, convertida en escombros por la barbarie religiosa y la ambición de poder de unos y otros. Más irreparable todavía son los 470.000 muertos habidos en el país desde el comienzo de la contienda y la pobreza extrema que atenaza al 85% de la población. Es el antes y el después de una guerra interminable en la que quien manda nunca está en el campo de batalla.
Rusia apoyando al gobierno y EEUU a los rebeldes, la guerra se ha hecho eterna y especialmente destructiva para personas y bienes, convirtiendo al país en un territorio desolado, donde los escombros sirven de sepultura a miles de muertos todavía no contabilizados.
Alepo está situada al noroeste del país, en un enclave estratégico a medio camino de la ruta comercial que une la costa mediterránea y el Éufrates. Es la capital de la provincia homónima que ocupa unos 16.000 Km2., todos ellos destruidos por la guerra. Tanto es el daño, que ni los más prestigiosos arquitectos saben por donde comenzar su rehabilitación. Devolver a Alepo a su estado original no lo creen posible pero sin duda, como ave Fénix, renacerá de sus cenizas. Experiencia histórica no les falta.
Excepcionalmente la provincia de Alepo tiene un 30% de habitantes cristianos, pertenecientes al Patriarcado de la Iglesia Ortodoxa de Antioquía, pero nada ha escapado de la ruina.
Los obispos de la Iglesia siria y griega fueron también secuestrados al inicio de la guerra. El Patriarca ortodoxo Juan X de Antioquía denunció la pasividad mundial ante la barbarie ocurrida en toda Siria y muy especialmente en Alepo, la histórica ciudad que posee documentos que, según fuentes Hititas, la acreditan como población anterior al año 1.800 a.C. El año 1.600 a.C. fue capital del Reino Amorita para posteriormente volver a ser Hitita. Años más tarde sería asiria y persa. También los griegos la conquistaron el año 333 a.C. siendo Seleuco I Nicátor quien le dio el nombre de Beroea. El año 64 a.C. fue conquistada por Roma e incorporada al Imperio.
Alepo fue bizantina hasta la llegada de los árabes en el año 637, volviendo a manos bizantinas entre el 974 y el 987.
Los cruzados, Saladino, los mongoles, el Imperio Otomano y finalmente colonia francesa, para volver a ser turca en 1939. Derribando y reconstruyendo han pasado vidas y milenios en una ciudad tan histórica y emblemática.
Sin embargo, a pesar de sus reveses, siempre mantuvo la esencia original y se mantuvo firme; hasta esta última guerra civil que la devastó hasta los cimientos.
El año 2006 fue nombrada capital mundial de la cultura islámica. En el centro de la parte antigua se encuentra la Ciudadela, uno de los castillos más grandes y antiguos del mundo, hoy también muy dañado por la guerra. Su uso se remonta al segundo milenio a.C. y pasó por las manos de todos los pueblos conquistadores. Originalmente era un templo de más de cuatro mil años de antigüedad, a cuya sombra se apiñaba no solo el palacio del rey, sino también el caserío del pueblo llano, pero la vida en paz se hizo imposible y hubo que amurallarlo todo para defenderse de los constantes invasores.
Esta última guerra, todavía no finiquitada, es solo una más de las decenas de contiendas que los muros de la ciudadela han tenido que sufrir. Hoy la población, mil veces multiplicada, ya no cabe entre estas anchas paredes fortificadas. La ciudad se expandió por el llano que rodea la ciudadela, en un radio que supera con creces los 10 Km. pero todo ha sido derribado por los obuses y las bombas de la aviación. Los extensos campos de olivos y pistachos que rodean Alepo están ahora semi-abandonados por dueños muertos, heridos o desaparecidos. Los supervivientes deambulan entre los escombros sin decidirse a restaurar nada pues la paz todavía no ha regresado a estas tierras abandonadas de la mano de Dios. Sin apenas nada que comer, lo peor es para niños y ancianos que no solo lo han perdido todo, sino también la protección de sus familias. ¿Hasta cuando...?
RAFAEL FABREGAT
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