El mundo camina hacia el abismo. Peligrosos derroteros de complicado final. No hay alternativa a la Democracia y con ella estamos condenados al desastre. Es lo que pasa, no sabemos vivir en paz. La gente está cansada, desencantada de todo, disconforme con los políticos y con sus políticas, sea cual sea su signo. El resultado es el triunfo del populismo, del separatismo, de la ruptura. Ya no es una cuestión de izquierdas o derechas, pues nada nos satisface y todas las sombras nos parecen malignas y perniciosas. En algunos países ya se vota a bailarinas de cabaret, en otros al fanatismo extremista y radical. No hay hojas de recambio para el cutter de la política. La moderación, que se supone panacea del mundo, ya no satisface a nadie y más pronto que tarde estamos abocados al fracaso, quizás a la hecatombe.
Repito que no es una cuestión de izquierdas o derechas, sino de disconformidad con todo lo establecido. El mundo camina contra corriente y en cada nueva jornada de elecciones triunfan las opciones más inesperadas y con ellas se esfuma la tranquilidad de los poderes establecidos, que muchos apoyamos a sabiendas de que son altamente mejorables. Nunca la Democracia lo fue tanto como ahora. Acabaron las ataduras y, por muchos años de historia que tenga a sus espaldas, ningún partido tiene el resultado asegurado. El voto de la gente es altamente volátil. Es la revancha de la población a los desmanes y al escaso interés que los políticos han tenido con la ciudadanía. En adelante los que quieran sentarse en la poltrona, habrán de ganársela a pulso.
Las encuestas son dinero mal gastado, pues ya no responden a la verdad. La gente se ríe de los políticos y de los encuestadores. Acabó la caridad para quien no la merezca. Cada segundo de nuestra vida tiene un valor que solo estamos dispuestos a regalar a quien de verdad lo merezca. No importa cómo se llame determinado partido ni cual sea su discurso. Solo las realidades serán tasadas en su justo valor. Hace ya mucho tiempo que la mayor parte de la juventud es universitaria, está bien preparada y mejor informada. Se acabaron las mentiras, las falsas promesas y la burla sistemática de los políticos con el pueblo. Las buenas palabras ya no valen. De ahora en adelante para ganar unas elecciones harán falta hechos y no palabras huecas, que no llevan a nada.
La gente está más satisfecha que nunca con la Democracia, porque es ahora más que nunca cuando de verdad está ejerciendo la libertad que ello representa. Es con sus líderes, con los que no está contenta y está empezaNdo a vengarse. Ese tono paternalista y al mismo tiempo jactancioso, con el que los políticos se dirigen al pueblo buscando su voto, camina sobre tierras pantanosas. Los partidos no están a la altura de lo que actualmente se pide de ellos. Ya nadie se lamenta al amor de la lumbre, la gente grita alto y claro lo que reclama de sus gobernantes. La meta del político es el poder, pero al pueblo eso no le vale. El programa que se ha publicitado debe cumplirse o de lo contrario se quedaráN sin votantes. Las medias tintas ya no sirven para ganar unas elecciones.
En los mítines, la izquierda se arrima a la derecha y viceversa, con lo cual cada día tienden más a parecerse unos y otros, pero el votante no es tonto y si le engañan se acuerda. Si a esto le añades algún tipo de corrupción, en próximas elecciones el NO está servido. Tanto en el votante de derecha como en el de izquierda, hay una quiebra total de la confianza en sus políticos y la tendencia es ir a buscar la solución fuera de tu lugar habitual. Cuando tu médico no da solución a tus males, irás a otro y a otro más, en busca de alguien que dé remedio a tus problemas. Así son las cosas. Acabaron la fidelidades de todo tipo. En Estados Unidos se votaba hace unos días la (mediocre) seguridad de Clinton y la posible aventura de Trump. Como todos saben, ganó Trump. ¿Garantías?. Ninguna, pero si lo hace mal... ¡a la calle!.
El motivo ha sido un creciente aumento de la desigualdad. Es lo que tiene la globalización. Al aumentar la oferta, el rico más rico y el pobre más pobre. Mucha gente que tiene trabajo también ha visto como los sueldos han bajado o han perdido poder adquisitivo. La luz del bienestar ha bajado de intensidad para la clase trabajadora y mucha de esa gente, disconforme con el poder establecido, ha votado a Trump. ¿Con qué resultado?. Pues con el mismo o peor de lo que estaban. Siento decepcionar a muchos, pero mucho me temo que los políticos de izquierdas no existen. Nadie trabaja por y para nuestro bienestar. En este mundo de hoy cada cual va a lo suyo. Antes también, pero ahora más que nunca. Ya sé que lo digo demasiadas veces, pero es que no hay solución. Esto o la revolución y el aumento de las penalidades... ¡Difícil elección!.
RAFAEL FABREGAT
Hola RosMar. Hay que tener confianza. Los tiempos están cambiando con rapidez. Quizás demasiado rápido. Si las cosas cambian lentamente suelen asimilarse y poco a poco la cuña va entrando en la piedra, pero ahora no hay paciencia y los cambios rápido suelen traer complicaciones que, en política, pueden incluir incluso la pérdida de vidas y derechos ya alcanzados. Lo siento, he leído demasiado... Recibe un fuerte abrazo.
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