Casa natal de Miguel Servet. |
Este ilustre médico, científico y teólogo español nació el 29 de Septiembre de 1.509 en el pequeño pueblo de Villanueva de Sigena (Huesca), una localidad que en la actualidad tiene 512 habitantes.
Le quemaron dos veces en la hoguera, por el simple crimen de expresar sus ideas. La primera (en efigie y a fuego lento) el día 17 de Junio de 1.553 en Viena. Con su imagen ardieron buena parte de sus libros y sus artículos sobre 'la circulación menor de la sangre'. El día 27 de Octubre de 1.553, en Ginebra y a la edad de 44 años, el Tribunal de la ¿Santa? Inquisición le condenó de nuevo, esta vez más en serio:
"...Te condenamos a ser atado y llevado a la colina de Champel. Allí serás sujeto a una estaca y quemado vivo junto a tus manuscritos y libros impresos hasta que tu cuerpo se convierta en ceniza"...
Servet se desplomó gritando en español:
- ¡Misericordia, misericordia...! ¡Jesús, salva mi alma, ten piedad de mi!
La ejecución se llevó a cabo aquel mismo día. Lo amarraron a la picota, en medio de la pira, con cuerdas y una cadena de hierro. A sus pies, un montón de leña verde y húmeda, para que ardiera más despacio. El verdugo, en un acto de clemencia, le colocó al cuello una corona impregnada en azufre para que muriera rápidamente por asfixia, pero un ligero viento se llevó el humo del azufre y la quema duró más de una hora...
Poco antes de morir había publicado un libro titulado "Restitución del Cristianismo", en el que se recogían ideas contrarias al papel de la Iglesia y el Papado como fuentes de salvación. Junto a tales ideas se explicaba con detalle la circulación menor de la sangre, la que ocurre entre el corazón y los pulmones para oxigenar la sangre. Siguiendo las enseñanzas del griego Galeno de Pérgamo, se creía hasta entonces que el cuerpo humano era animado por un espíritu exterior en combinación con otros tres terrenales: el cerebro, donde habitaba el pensamiento y la memoria; el hígado, donde se regeneraba la sangre y la vitalidad que penetra en el organismo a través del aíre. Ya que la respiración purificaba la sangre, Servet recuperó la tradición hebrea de que para entender el alma había que estudiar la sangre, una teoría humanista que a ojos de la Iglesia dejaba en entredicho la intervención divina en todo lo referente a la creación y existencia humanas.
Servet no se quedó ahí. Anteriormente ya había publicado la "De los errores de la Trinidad", que le acarreó la persecución de varias religiones. Según varios historiadores, Servet fue el pensador más radical de todos los tiempos. Nadie se había atrevido hasta entonces a proclamar, como él lo hizo, que "ninguna autoridad civil o eclesiástica tiene derecho a imponer sus creencias, ni a limitar la libertad de cada uno a tener y exponer las propias".
Católicos y protestantes rechazaron su libro y la Inquisición comienzó a perseguirle. Servet tiene que escapar y se esconde en París con una identidad falsa, pasando a llamarse Michel du Villeneuve. Allí conoce en 1534 al reformador Juan Calvino que sería primera figura del protestantismo francés y su futuro ejecutor.
En París practica la medicina y durante 12 años es médico personal del Arzobispo de Viena en Francia pero, en secreto, escribe "Restitución del Cristianismo" una obra herética que será su perdición.
Calvino se encarga de retirar de la circulación la mayor parte de los 800 ejemplares de los que consta aquella primera y única edición, pero la infracción ya está hecha y las consecuencias no se harán esperar. Servet le escribe varias cartas a Calvino, instalado en Ginebra y éste, como respuesta, le manda el libro "Institución de la Religión Cristiana", libro que Servet le devuelve una vez leído, con diferentes anotaciones y comentarios, junto con un ejemplar de su libro "Restitución del Cristianismo". Calvino no sabe que Servet es el autor del libro pero, aún así, enfurecido no responde a su envío. Pocos días después Servet vuelve a escribirle anunciándole su visita pero, para entonces Calvino ya ha averiguado que Villeneuve y Servet son la misma persona y le denuncia. La Inquisición francesa entra en el domicilio del español en Viena y lo detiene para interrogarle pero Servet mueve sus contactos para organizar su fuga.
En la noche del 6 de Abril pide ir al retrete y escapa por la ventana de la letrina, motivo por el cual es condenado a la hoguera 'en efigie', junto a toda obra o documentación que pueda reunirse del reo. Cuatro meses después, el 13 de Agosto del mismo año es detenido en Ginebra y se le niega abogado defensor haciendo constar que "no lo necesita pues sabe mentir muy bien". En el calabozo se le ofrece el bautismo y reconocimiento a la Santísima Trinidad, que rechaza, motivo por el cual se decide la sentencia a muerte. En la cárcel Servet malvive con frío y miseria hasta el día que se le lleva al cadalso. Allí grita de rabia y de miedo cuando la antorcha prende la leña, pero ya no hay vuelta atrás.
"Matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre".
Costó varios siglos que tuviera lugar el cambio de paradigma, pero finalmente llegó.
Como en todas las cosas de este mundo, durante la ejecución de Servet hubo aplausos y gente escandalizada, desgraciadamente de estos últimos muchos menos. Sin embargo, con el tiempo, Servet fue reconocido como gran mártir de sus ideas y personaje relevante de la Historia. Gratificante que así fuera pero, ¿de qué le sirvió a nuestro protagonista un reconocimiento que tardó todavía muchas décadas en llegar?.
Servet fue perseguido y martirizado por sus ideas para posteriormente ser quemado en la hoguera mientras que su verdugo Juan Calvino forma parte del Calendario Luterano de los Santos y de la Iglesia Episcopal de los EEUU. ¡Así nos va...!
RAFAEL FABREGAT
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