Venus de Willendorf. (año 24.000 a.C.) |
Solo hay que mirarse en el espejo de la familia de cada uno. La mujer, las madres en general, ponen orden en el caos, sazón en la sequía, luz en la oscuridad. Ese y no otro fue el motivo de que, durante milenios, la autoridad de la mujer en la familia jamás fuera discutida. El concepto del Dios varón no apareció hasta el siglo VI a.C. y no logró la supremacía sobre la mujer hasta el III a.C.
Diosa de la Lluvia y de la Fertilidad. |
A ellas debemos pues los adelantos técnicos y sociales de lo que comúnmente llamamos civilización.
Sin embargo, cuando llegó la agricultura y el sedentarismo el varón hubo de emplear su mayor fuerza en los trabajos del campo y la caza, empezando a desposeer a la mujer de sus atributos de poder y de gloria.
A partir de ese momento la mujer podía seguir siendo la reina de la casa, pero ya no la diosa de la familia, pues el varón proporcionaba el sustento de la familia y aumentó sus prerrogativas en detrimento de la mujer.
Durante los siglos anteriores a nuestra Era, los dioses fueron muchos, variados y de ambos sexos pero finalmente se impuso el Dios masculino. En un mundo donde el hombre ya controlaba la producción, la guerra y la cultura, no había lugar para Dioses en femenino. El hombre era el garante de la seguridad, la paternidad y la vida misma. Los más de 25.000 años en que la mujer había sido la Diosa procreadora y garante de la vida y del universo, quedaron atrás, obsoletos. La mujer pasaba a ser simple reproductora del Dios masculino, amante y fertilizador, con lo cual el 'principio creador' pasaba a estar en el hombre y no en la mujer. Todo funcionaba según la voluntad del varón y por lo tanto las diosas desaparecieron. Es más, en muchos lugares, la mujer fue degradada sin compasión.
Por comodidad del varón y por la eficacia productiva de la mujer en muchos lugares del mundo la mujer volvió a ser sostén de la familia. Pero aquello ya no devolvió a las mujeres sus estatus anterior.
Ya era tarde. Con la nueva era se introdujo el monoteísmo y siempre con un Dios Padre, pero ninguno de estos dioses caló tan profundamente como lo hiciera aquella Diosa Madre que les antecedió.
Por mucho que se pretenda que la sociedad actual sea patriarcal, lo cierto es que en todas las familias es la madre y la abuela las que reúnen y acogen a todos los miembros en su hogar. El hombre tendrá el protagonismo principal en muchos ámbitos, pero en casa sigue mandando la mujer, simplemente porque así debe ser. No en vano fue siempre así, en el principio de los tiempos, cuando Dios era mujer.
RAFAEL FABREGAT
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