6 de noviembre de 2016

2243- EN COCHE HASTA LA TUMBA.

Así es el mundo actual. Nadie quiere cargar con nosotros... ¡ni nosotros con ellos!. Todas las (escasas) fotos que tengo de niño estoy en los brazos de unos u otros. Yo soy de esa especie rara y antigua que no tuvo cochecito de bebé. Incomprensible para la gente de hoy, claro está. A la primera 'falta' anuncian el nuevo estado a bombo y platillo y a la semana siguiente las abuelas ya visitan las tiendas pertinentes para encargar la cuna y el cochecito.
- ¡Yo me encargo del cochecito! -impone la madre de la primeriza.
- ¡Vale, vale!. Yo compraré la cunita 
-responde resignada la suegra.
Porque resulta que lo que luce más es el cochecito. La cuna, por muy buena y bonita que sea, se queda en casa y solo la ven los más allegados, mientras que el cochecito... Vas por la calle y
- ¿Qué te pacece María, el cochecito de mi nieto Arturín?. ¡Ha sido regalo mío...!
- ¡Ay chica, chica!. Precioso oye, te habrá costado un pastón...
- Calla, calla. ¡No te lo puedes ni imaginar, tiene de todo!. Pero para él todo es poco...


Así van las cosas hasta que Arturín cumple sus tres primeros añitos y le pide un coche a su abuela, ¡el segundo ya!. ¿Y qué tienen que hacer los abuelos?. Pues comprarlo, naturalmente ¡y con mucho gusto además!.
- El primer día que vayáis a la ciudad le compráis el coche al niño, ¡el más bonito que haya!.
- Sí mamá -responde la hija preocupada pues está viendo venir el problema que le caerá cuando Arturín se haga mayor.
A la semana siguiente un repartidor les entrega una caja que cabrían seis niños como el suyo dentro y sobraría espacio. Madre y abuela la abren con entusiasmo y pronto la hija pone el grito en el cielo...
- ¡Manolo ven corriendo! -grita la mujer sollozando.
- ¿Qué pasa cariño? -responde el marido asustado por la premura con la que le llama su mujer en voz compungida. 
- Mira que desastre. Habrá sido cosa de la agencia de transporte. Todo el coche destrozado. ¿Qué hacemos?. -pregunta desesperada la primeriza.
- Tranquila cariño, es que viene desmontado. Busca a ver si vienen instrucciones y herramientas.
Tres horas después aquel amasijo de plásticos ya parece un coche. Solo falta otra hora más para ponerle las pegatinas y Arturín tendrá listo su cochecito. 


Si todo lo anterior les ha hecho gracia, esperen a que Arturín cumpla dieciocho años.
- Papá, necesito un coche para ir a la Universidad. Juan y Pedro ya lo tienen.
- Lo siento hijo pero a tu madre le han bajado el sueldo y con el mío... Atender los gastos de la casa, la hipoteca, tus estudios, etc. apenas si podemos ahorrar casi nada. ¡Habla con tus abuelos!. 
De momento ahí queda la cosa, pero por poco tiempo. Los abuelos tienen unos ahorrillos y la abuela, que no tiene perdón de Dios, transige: ¡Te daremos 5.000 euros para la entrada!.
- Papá, mamá, los abuelos me dan casi una tercera parte de lo que vale el coche. Si vosotros me dais otro tanto, con algún trabajillo que encuentre yo me pagaré el resto.
¿Y qué van a hacer los padres?. Pues transigir también y si en algún momento a Arturín no le llega para pagar la letra... To-co-toc. ¿Qué vamos a hacer?.


Pero la cosa no acaba ahí porque unos años más tarde Arturín (ahora Arturo o Artur) se casa y el coche de soltero, además de viejo, se le queda pequeño. 
- ¡Oye Charo! ¿No crees que deberíamos ir pensando en comprar un coche más grande?. Cualquier día nos llegan los hijos y no cabemos. Las maletas, el carrito... El mío te lo podrías quedar tú para ir al trabajo, a la compra... ¿Qué te parece?. Oye, he estado viendo unos que tienen de todo y están muy bien de precio. Apenas sobrepasan los 30.000 euros. Con tu sueldo y el mío no creo yo que haya problema ninguno y...
Y llega el cuarto coche y más adelante el quinto, el sexto, etc., etc.
Los fines de semana al pueblo, en verano a la playa y ya se sabe: los niños, las maletas, las bicicletas, la abuela, el perro, la jaula con los pájaros...


Los años pasan ¡y mucho más rápido de lo que uno piensa!. Poco a poco se pierden facultades y llega el momento en que para ir a cualquier parte dependes de los demás. Con mi coche he recorrido todas las provincias de mi país y otros países bastante más alejados, en un radio de más de 2.000 Km. pero con la edad me he vuelto perezoso. Ya no disfruto, como antes, de ir de compras a la ciudad y la mayor parte de mis desplazamientos apenas si llegan al centenar de kilómetros, ida y vuelta.
Pues bien, ahora ya no es como antes y el día que tengamos que ir a nuestra última morada ya no iremos como antaño a hombros de familiares y amigos, sino también en coche. En este caso fúnebre, pero coche al fin y al cabo. 
- ¡Coño! ¿Donde me he metido?. No quiero escribir más... ¡me voy a buscar setas!.

RAFAEL FABREGAT

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