La versión más popular cuenta que una joven del vecino pueblo de San Juan, paseaba por el camino anexo al Barranco de Badajoz y se asomó a la cueva adyacente al camino, donde había un ser enigmático al que tomó confianza inmediata. Después de charlar un rato con él regresó a su casa y se encontró con que sus padres y demás gente conocida se habían convertido en ancianos, mientras ella seguía igual.
Este misterio se cuenta con pelos y señales en otra narración que nos dice que en el verano de 1890 un matrimonio que tenía casa y tierras en dicho Barranco de Badajoz, mandó a su hija al huerto adjunto a la casa para que trajera unas peras para postre de la comida del mediodía. La muchacha contó posteriormente que, tras comerse una de las peras que había cogido, se sentó al pie del peral y se quedó dormida. No se sabe a ciencia cierta si la joven vivió realmente lo que contó con posterioridad, o si caso lo soñaría. La cuestión es que, sueño o realidad, los hechos referidos por la joven son que un joven vestido de blanco la despertó y le dijo que lo acompañase, cosa a lo que ella accedió sin sentir temor alguno, a pesar de no conocerle.
En su momento, los padres de la joven al ver que tardaba en regresar fueron al huerto a buscarla, pero no la encontraron. Bajo el peral la cesta llena de frutos, pero ni rastro de la joven. A los gritos de los padres acudieron amigos y vecinos y entre todos se organizó una búsqueda, de todo punto infructuosa. La muchacha no apareció y sus padres vivieron con gran pena aquella misteriosa desaparición durante muchos años. Ya mayores y para su sorpresa, un día la joven llamó a la puerta de la casa y en un primer momento sus padres apenas la reconocieron. Su hija estaba allí, frente a ellos. Habían pasado ¡veinte años! pero la joven estaba exactamente igual al día que desapareció, e incluso vestía las mismas ropas. Nadie encontró explicación a lo acontecido... (Yo tampoco)
RAFAEL FABREGAT
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