Los moros fueron empujando a los visigodos, entonces ya cristianos, hasta llegar a Carcasona y Nimes, ya en territorio francés. Sin embargo un grupo de aquellos nobles, seguidores de Roderico y capitaneados por un tal Pelayo se dirigieron a tierras astures y allí fue proclamado Don Pelayo príncipe de los astures, tras la derrota infringida a los musulmanes en la Batalla de Covadonga. Así nació el primero de los nuevos reinos cristianos de la Península Ibérica, aunque no hay sin embargo pruebas escritas sobre tales acontecimientos que ocurrieron entre los años 718 y 722.
A la muerte de Don Pelayo el año 739 le sucedió su hijo Favila de Asturias pero éste moriría dos años y medio después despedazado por un oso. Le sucedió su cuñado Alfonso I de Asturias, casado con su hermana Ermesinda y yerno por tanto de Don Pelayo. Con Alfonso I empezaría en verdad la seria Reconquista del cristianismo en España. Las sublevaciones de los bereberes en el 741 y las continuas derrotas infringidas por las tropas de Alfonso I y su hijo Fruela, unidas al escaso interés por las tierras del norte peninsular, provocaron la huida de los musulmanes hacia el sur y la expansión del reino astur hasta las orillas del Duero.
Para imposibilitar la recuperación musulmana de este territorio, todas las tierras entre el Duero y la cordillera Catábrica quedaron prácticamente despobladas. Alfonso I falleció de muerte natural el año 757 sucediéndole su hijo Fruela I. El rey Alfonso I recibió sepultura en el monasterio de Covadonga, donde más tarde sería enterrada su esposa Ermesinda.
Siguieron años convulsos para la monarquía asturiana, en los que Fruela asesinaría a su hermano Vimarano por entender que encabezaba una conspiración para destronarlo. Este hecho hizo que se ganara la enemistad de la nobleza y que más tarde fuera asesinado él mismo.
Su hijo Alfonso, de tan solo 3 años, quedó a cargo de su tía Adosinda, hija de Alfonso I y esposa de Silo de Asturias. La nobleza situó en el trono a su primo hermano Aurelio y al morir éste, soltero y sin hijos, le sucedió Silo de Asturias. Al morir Silo el 783, también sin descendencia, su tía Adosinda y miembros de la Corte dieron el trono a Alfonso II que ya entonces contaba 23 años. Sin embargo hubo una fuerte oposición por parte de su tío Mauregato, hijo natural de Alfonso I con una esclava musulmana. Pactando la ayuda de Abderramán I consiguió arrebatarle el trono a su sobrino.
Según la leyenda, el pacto con el emir cordobés era la entrega anual de 100 vírgenes cristianas, pero el año 788 los condes Arias y Oveco se rebelaron contra Mauregato por su pacto con el musulmán y lo mataron, aunque el trono no volvió a Alfonso II, sino al clérigo Bermudo, hermano de Aurelio y sobrino de Alfonso I. Se casó entonces Bermudo con la reina Ocenda y fueron padres del emblemático Ramiro I de Asturias, personaje más remoto que entronca con el actual rey de España Felipe VI y que hace de esta dinastía la segunda más antigua del mundo, detrás de la japonesa. Tras su abdicación en el 791 Bermudo volvió a su estado clerical.
Recuperó entonces el trono Alfonso II. Durante su largo reinado, que abarcó un periodo de 51 años, se descubrió en Compostela la supuesta tumba del apóstol Santiago. Apodado el Casto, se dice que Alfonso II jamás mantuvo relación marital con su esposa Berta, emparentada al parecer con la nobleza francesa, por lo que a su muerte el año 842 subió al trono Ramiro I, hijo del diácono Bermudo y su esposa Ocenda. Pasaron muchas otras cosas y hubo otros pretendientes al trono astur-leonés, pero básicamente es ésta la historia del Reino de Asturias.
El año 844 llegaron a sus costas los Vikingos que buscaban grandes ríos por los que penetrar en las ciudades del interior peninsular pero, no encontrándolos en tierras astures, tras atacar Gijón y La Coruña, se dirigieron a Lisboa y posteriormente a Cádiz donde Abderramán II mantuvo grandes luchas para poder recuperar esta ciudad y la de Sevilla. Mientras los vikingos se internaban en el Mediterráneo, a Ramiro I le sucedió su hijo Orduño I y a éste Alfonso III, último rey de Asturias y primero de León. (866-910)
Alfonso III y la reina Jimena. |
El año 909 los hijos de Alfonso III se rebelaron contra su padre y aunque el infante García, principal instigador, fue apresado y encerrado en el castillo de Gauzón, poco después el rey fue obligado por la nobleza a abdicar y a repartir el reino entre sus hijos.
Alfonso III moría en la ciudad de Zamora el 20 de Diciembre del año 910 siendo enterrado en la catedral de Astorga, aunque actualmente sus restos se encuentran en el Museo Arqueológico de Madrid. El año 986 ya su hijo, el rey Bermudo II de León, había mandado trasladar sus restos a la Catedral de Oviedo temiendo que las tropas musulmanas de Almanzor los profanase.
Alfonso III creo la Cruz de la Victoria, símbolo de Asturias y ordenó la redacción de las crónicas Albeldense, Profética y la suya propia (Crónica de Alfonso III) que presentan al Reino de Asturias como heredero del Reino Visigodo.
RAFAEL FABREGAT