15 de junio de 2018

2616- CREYENDO EN DIOS.

La tranquilidad del alma es también la del cuerpo y con ella van emparejadas la salud y la enfermedad. Científicos de la Universidad Estatal de Ohío ha revelado el resultado de un minucioso estudio sobre la vida y muerte de más de 1000 personas ya difuntas, llegando a la conclusión de que las personas que creen en Dios, sea cual sea, viven una media de 6,48 años más que las demás. En este estudio se ha valorado también el hecho de estar o no casado y el sexo, ya que estos factores también favorecen o perjudican la longevidad. Siempre se ha dicho y así está constatado, que la mujer vive una media de 3-4 años más que el varón, pero el hecho de creer o no en Dios es si cabe más todavía más importante. 


Sin embargo Dios es un tema aparte. No se trata de que haya una protección divina al respecto, sino que la religión y el cumplimiento de sus leyes da una tranquilidad espiritual que relaja el cuerpo y aleja las enfermedades.
Otro estudio llevado a cabo en 2016 ya determinó también que el hecho de acudir una o dos veces por semana a un acto religioso tenía un riesgo 33% inferior al resto de personas a morir de forma súbita que aquellos que no lo hacen. La explicación es la misma. No se trata de que Dios proteja o premie la aproximación de esas personas a la Iglesia y a sus sacerdotes, sino que, para los creyentes, la tranquilidad de la "obligación" cumplida alimenta su espíritu y por extensión también su cuerpo y su salud. 


También por estas mismas razones, el voluntariado y los eventos sociales pueden alargar la vida. Vivir encerrado en sí mismo es absolutamente contraproducente para la salud del indivíduo, lo cual nada tiene que ver con estar fuera de casa o dentro de ella. Uno puede vivir con más intensidad estando dentro de casa que otros estando fuera. Todo está en la cabeza. Todos los factores que reduzcan el estrés son beneficiosos. En los países y zonas altamente religiosas, o no preocupadas por el cumplimiento de estas normas sociales, también los no religiosos tienden a vivir tanto como los demás.
De todo lo anterior se desprende que no se trata de creer o no en Dios, que también, sino de vivir tranquilo consigo mismo. 

RAFAEL FABREGAT

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