Ya está. La primera meta, echar a Rajoy del Gobierno, ya está conseguida; alcanzar la cima política, siendo nombrado presidente del Gobierno español, aún si ser votado por los españoles, también. Hace ya algún tiempo, cuando todo se desmoronaba a su alrededor, Pedro Sánchez le prometería sin duda a Begoña, su mujer, que no cejaría en su empeño hasta verla instalada en la Moncloa y allí está. Pero claro, eso no son más que minucias para todo lo que le queda por vivir. Nadie esperaba, y tampoco él, que la moción de censura triunfara. Incluso el propio Sánchez temía este resultado y por dos veces le pidió a Rajoy que dimitiera, a fin de abortar la moción sin hacer el ridículo. Sánchez no es tonto y sabe lo que le espera. Las pedradas caerán pronto, gruesas y de todas las partes del hemiciclo parlamentario.
En fin, ahora ya no hay marcha atrás y a día de hoy, cuando todavía no tiene claro ni de qué ministros rodearse, ya empiezan a llegarle las primeras peticiones de sus valedores y las amenazas de sus contrincantes. Es lo que pasa. A Rajoy no lo quería nadie, pero a Sánchez no lo quieren ni los suyos. Tras la euforia inicial y los abrazos de rigor, todo son preocupaciones. ¡Menudo marrón!. ¡Con lo bien que se está en la oposición...! Porque, claro, cumplir las promesas hechas cuesta un montón de dinero del que andamos escasos y cogerlo de los bolsillos de los demás es harto complicado. ¿Subir impuestos?. Hacerlo y desaparecer el dinero sería todo una misma cosa. Si algo sobra en cualquier casa son ladrillos bajo los que esconderlo y si no, al tiempo. Nadie regala nada.
Por mucho que les pese a muchos, la penitencia a la que Rajoy se ha visto abocado puede irle bien. Yo no lo veo tan fuera de la política, como lo veía la pasada semana. Más bien al contrario, esta moción de censura puede volverse en contra de quienes la han formulado y a favor de quien se ha visto destituido. Los españoles somos así. Difícil soportar al que manda, por mucho peores que puedan ser otras opciones. Veremos qué pasa...
Por de pronto se vislumbra difícil, muy difícil, que el nuevo presidente pueda cumplir con las peticiones de todos quienes le han apoyado en esta aventura mientras que, por el contrario, para Rajoy se abre una nueva etapa, bastante más relajada, en la que podrá dedicarse a hacer oposición, o sea, a expresar sus diferentes puntos de vista y a poner a sus enemigos las mismas zancadillas que le han hecho caer. Incluso los Presupuestos 2018, elaborados por el PP y único programa al que el nuevo gobierno puede acogerse, pueden verse modificados por la mayoría absoluta del Partido Popular en el Senado, e incluso por la censura de sus propios valedores en este "viaje a ninguna parte".
Con tan solo 84 Diputados, de los 350 que tiene el Congreso, el Gobierno de Pedro Sánchez depende de un cúmulo de adversarios que no se lo van a poner fácil. Lo apoyaron en la destitución del gobierno de Rajoy, pero nada más. La consecución de estos apoyos dependerá, en adelante, de las concesiones que el nuevo gobierno les haga y todos sabemos que ello es de todo punto imposible sin romper España. Por mucha habilidad parlamentaria que tenga el nuevo presidente, dudo mucho que sus fiadores se dejen engañar con promesas. Y dar alas al nacionalismo sería acabar con el Estado de Derecho que nos dimos con la Constitución de 1978. Es la meta a la que estos partidos no van a renunciar, ante lo cual solo cabe seguir caminos represivos similares a los llevados a cabo por Rajoy o convocar nuevas elecciones que permitan caminar por senderos más llevaderos que los actuales.
RAFAEL FABREGAT
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