21 de mayo de 2013

1015- EL GUETO JUDÍO VENECIANO.






















Vista del Gran Canal.

Visita obligada del turismo internacional, Venecia no ha sido siempre el lugar idílico que algunos presuponen. Venecia fue nación y lugar destacado del comercio mundial; cuna de grandes hombres del comercio, de la ciencia y de la cultura, pero también de ambiciones y de intrigas.

Cementerio judío en el Lido de Venecia.
Se sabe con certeza que ya en el siglo V había una importante presencia judía en Venecia pero no sería hasta mediados del siglo XII cuando se tiene documentación al respecto. 
Atraídos por la creciente importancia comercial de la ciudad, la comunidad judía tuvo un aumento tan considerable que a finales del siglo XIII se les concedió -en las proximidades de San Nicolo el Lido- una importante parcela de tierra para la instalación de un cementerio. 
Para los judíos sefardíes, la tierra donde están enterrados es sagrada y para siempre. 
Nadie puede molestarlos, ni transferirlos a lugar alguno, por eso antes de proceder a su construcción hay que tener seguridad de querer echar raíces en el lugar.

Hasta finales del siglo XV los judíos de Venecia, gobernados por "il Condotte", eran una comunidad organizada que disfrutó de libertades plenas. Esta libertad quedó mermada a partir de 1.480 cuando tres judíos fueron condenados a morir en la hoguera por la muerte de un niño cristiano. 
Poco tiempo después se halló al verdadero culpable de los hechos, determinándose que los condenados a la hoguera eran inocentes, pero ya era tarde. 
El 29 de Marzo de 1.516, tras una masiva llegada de refugiados procedentes de la Península Ibérica, de la que habían sido deportados por las Cortes castellanas y aragonesas, el Senado ordenó que todos los judíos debían vivir separados de los cristianos y a tal efecto preparó lo que se dió en llamar "il Guetto Novo", un barrio extramuros próximo a las fundiciones de cobre y del que sus habitantes no podían salir puesto que solo allí tenían garantizada su seguridad. 

Barrio del gueto judío veneciano.
Se les permitió libertad de religión y la oportunidad de manejar tres casas de empeño sujetas a las tasas establecidas por las autoridades. 
El gueto estaba rodeado de un alto muro cuyas puertas se cerraban por la noche, al tiempo que todo su perímetro estaba patrullado a fin de evitar la salida de habitantes o la entrada de criminales. 
No obstante esta férrea disciplina no incluía a profesionales de la medicina, músicos, banqueros o maestros que podían ejercer su profesión en el gueto, entrando y saliendo a cualquier hora, pero sin vivir en el mismo.

De todos es conocida la capacidad del pueblo judío para prosperar económicamente motivo por el cual, ante la imposibilidad de expandirse, las casas del gueto crecieron hacia arriba dándose el caso de que la mayor parte de las casas eran de seis o siete pisos de altura, hecho que no se daba en otro lugar de Venecia. 
Los judíos tenían libertad de circulación pero no podían vivir fuera del gueto, ni tan siquiera adquirir tierras o casas fuera del mismo. 
Esta singularidad es todavía hoy, cinco siglos después, motivo de interés arquitectónico. 
No hubo pues necesidad de más tierras, sino que los bajos de todos los edificios del gueto eran utilizados para el comercio y usos compartidos, estando arriba las viviendas, cada vez más altas y abarrotadas. Solo Pisa y Livorno se negaron a acatar las ideas segregadoras del papa Paulo IV. 

Aquella situación de estabilidad cambió en 1.630 para aquellas gentes de forma dramática tras una plaga que azotó Venecia mermando su número de habitantes y la economía de aquellas gentes. En 1.645 y tras un largo periodo de crisis, Venecia declaró la guerra a los turcos. Las hostilidades se prolongaron durante 25 años y las principales rutas comerciales del Mediterráneo quedaron bloqueadas. Los comerciantes judíos de Venecia se vieron obligados a utilizar los puertos de Livorno y Ancona, utilizando barcos ingleses que hacían reporte entre Roma y Venecia, con el considerable aumento de gastos. A finales del siglo XVIII y tras la caída de los Estados Pontificios, Venecia fue anexionada al reino de Italia y Napoleón decretó el fin de la segregación y la igualdad de los judíos. En las primeras décadas del siglo XIX las leyes napoleónicas permitieron mayores libertades y derechos civiles, lo que permitió a los judíos ricos la salida del gueto y su integración en la vida social y política de la ciudad. 

Los guetos fueron progresivamente abolidos y sus muros derribados, creándose una etapa de  libertades, que no sería para siempre. 
En 1.938 se aprobaron las leyes raciales fascistas y la reapertura de los guetos. 
Los judíos fueron despojados de todos sus derechos civiles, dando comienzo a la persecución nazi que propiciaría la deportación, en Venecia, de 204 de ellos. 
Solo 8 regresarían del Campo en el que fueron internados. 
Esto nos dice una vez más que nada es para siempre y tampoco lo fue aquello. Aquel primer gueto judío de Europa en Venecia, es hoy un excelente barrio con edificios de gran interés, entre los que se cuentan cinco sinagogas y un museo

Este museo, fundado en 1.953 por la comunidad judía, cuenta con varias exposiciones permanentes que muestran al visitante grandes ejemplos del arte textil y de la fina orfebrería judía del siglo XVI hasta nuestros días. Claro que son pocos los visitantes de Venecia que ocupan su tiempo en la visita a esta clase de espacios en los que se vivió la verdadera historia de Venecia. La mayoría, ya se sabe, admiran la plaza de San Marcos y su Catedral, toman su capucchino en el Café Florián y admiran el Gran Canal desde el Puente de Rialto
Quizás también una visita a la isla de Murano pero... ¿qué pasa con la verdadera historia de Venecia?. ¿Dónde tenían el almacén los hermanos Polo, los grandes mercaderes de Venecia y cuales son los palacios y las oscuras plazoletas donde Cassanova hacía suyas a sus más fervientes admiradoras...?. 

Las intrigas palaciegas salpicadas de los más sucios instintos del ser humano; el Puente de 
los Suspiros y el por qué de su d
enominación, 
caminando hacia la horca... 
¡Son tantas cosas...! Porque la historia es larga y muy interesante pero claro, dos días en Venecia ¡dan para tan poco...! 
El suave remar de los gondoleros y sus melódicas canciones nos hacen olvidar el pasado y el presente, aletargando nuestros sentidos y haciéndonos soñar en tiempos pasados no siempre felices. De pronto un taxi acuático o un sobrecargado vaporetto nos hace despertar de ese ensueño y nos devuelve al presente. Nade es lo que parece, o nada parece lo que es en realidad. El agua de los canales apesta, la catedral está hundiéndose un poco más cada año, el Florián cobra diez veces el precio normal de la consumición y las casas venecianas están cayéndose a pedazos, con desconchados que dejan visibles sus piedras y ladrillos centenarios. Esa es la realidad de una Venecia de la que muchos han huido para no volver.

RAFAEL FABREGAT

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