El acorazado Pelayo. |
Sin embargo, el "Alfonso XIII" era un transatlántico de pasajeros y carga, apenas armado para la guerra. Solo cuatro cañones Hontoria de 12 cm., dos de 9 cm., dos de 7,5 cm. y 2 ametralladoras. El buque pesaba 4.381 toneladas y navegaba a una velocidad de 16 nudos. Este barco y algunos otros que participaron en la "guerra de Cuba", no eran navíos botados para este fin pero acudieron en ayuda de las fuerzas armadas españolas en un intento de salvar lo insalvable al ser requeridos para ello. Tras la falsa acusación de voladura del "Maine" en aguas de la Habana, España se veía en inmersa en una guerra no buscada contra el único enemigo que podía vencerle por superior potencia naval y cercanía a su territorio.
El Pelayo y su escuadra en Port Said. |
Acorazado "Pelayo". |
Transatlántico Alfonso XIII. |
Harapientos, enfermos, barbudos, cadáveres vivientes de una guerra perdida antes de comenzar. Muchos murieron durante la travesía y fueron lanzados al agua, con el sudario de su manta de campaña y viejas parrillas de los hornos atadas a sus pies. Dos días después se publicaba el Decreto que desmilitarizaba y devolvía a la Compañía Trasatlántica los cruceros. La Guerra de Cuba había terminado y el invasor reclamaba no esas, sino todas las posesiones españolas insulares, incluidas las Filipinas. El Imperio español de ultramar había llegado a su fin. Así se hicieron grandes los Estados Unidos, expoliando a unos y a otros, indios americanos autóctonos incluidos. Porque en los últimos 500 años a Norteamérica viajaron muchos, pero solo quedaron los "mejores" de cada casa. Democracia y libertad sí, pero no para todos.
RAFAEL FABREGAT
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