El químico alemán Hermann Staudinger mostró al mundo que aquel material con el que se jugaba desde varias décadas atrás se componía de macromoléculas, lo que dio lugar a la seria investigación del producto desde un punto de vista químico. Los avances en este campo no tardaron en llegar y poco después se inventaba el acetato de celulosa y el PVC empleado en la fabricación de tuberías y recubrimientos de vinilo. El plástico más popular de ese periodo fue el llamado plexiglás, un material duro y de calidad excelente para la fabricación de gafas y lentes, así como para cableado del alumbrado público o publicitario.
En 1.930 se sintetiza el nylón y en 1.938 lo hace el PTFE que se comercializa en 1.950 con el nombre de teflón. Son muchas pues las diferentes clases de plástico y muchos más todavía los usos y aplicaciones de un producto tan polivalente.
Hoy el plástico está presente en nuestra vida diaria. Empleando iguales o parecidas materias primas, pero procesadas de diferente forma, da como resultado un material a emplear en un destino final o en otro completamente diferente. De plástico hay piezas casi tan duras como el acero y de ese mismo o parecido plástico se puede fabricar el más frágil y suave hilo de nylón de una media de mujer. Entre tales extremos está casi todo, porque el plástico está actualmente presente en cada uno de los objetos que tocamos a diario. La paradoja es que con el tiempo y los adelantos técnicos que han llegado a la perfección de este material, su duración se ha visto limitada para aumentar el beneficio de quienes lo producen. Las cosas, especialmente las plásticas y las electrónicas, duran exactamente lo que los fabricantes quieren que dure y ahí es donde está el negocio: en el control de caducidad.
En la década de 1950 llegaron a nuestro querido pueblo de Cabanes los primeros utensilios de plástico... Cubos, aceiteras/vinagreras, vasos, palanganas y lebrillos de todas las medidas. También juguetes de todas clases y especialmente muñecas y pelotas. Fue una auténtica novedad. En aquel pequeño pueblo de poco más de 2.000 habitantes, había no menos de tres tiendas en las que se vendían todo tipo de utensilios de barro cocido para su uso en las cocinas, amén de cántaros para ir a por agua a la fuente y cubos de cinc o de chapa galvanizada. Hasta los juguetes eran de latón o de madera, salvo las muñecas que eran de tela. Todos tuvieron que cerrar. Como no podía ser de otra manera, la novedad se produjo en el más moderno de los comercios, la "tenda de Vázquez". Una persona que, velando por su negocio, vigilaba las novedades y gustaba ponerlas a disposición de sus clientes.
El día 12 de Octubre de 1958 quien esto escribe, con 9 años de edad, tenía ahorradas 19 pesetas (11 céntimos de euro) en mi hucha y tuve el gusto de comprarle en aquella tienda emblemática un cubo de agua de 12 litros para el santo de mi madrastra, que se llamaba Pilar.
Hoy el plástico está presente en nuestra vida diaria. Empleando iguales o parecidas materias primas, pero procesadas de diferente forma, da como resultado un material a emplear en un destino final o en otro completamente diferente. De plástico hay piezas casi tan duras como el acero y de ese mismo o parecido plástico se puede fabricar el más frágil y suave hilo de nylón de una media de mujer. Entre tales extremos está casi todo, porque el plástico está actualmente presente en cada uno de los objetos que tocamos a diario. La paradoja es que con el tiempo y los adelantos técnicos que han llegado a la perfección de este material, su duración se ha visto limitada para aumentar el beneficio de quienes lo producen. Las cosas, especialmente las plásticas y las electrónicas, duran exactamente lo que los fabricantes quieren que dure y ahí es donde está el negocio: en el control de caducidad.
En la década de 1950 llegaron a nuestro querido pueblo de Cabanes los primeros utensilios de plástico... Cubos, aceiteras/vinagreras, vasos, palanganas y lebrillos de todas las medidas. También juguetes de todas clases y especialmente muñecas y pelotas. Fue una auténtica novedad. En aquel pequeño pueblo de poco más de 2.000 habitantes, había no menos de tres tiendas en las que se vendían todo tipo de utensilios de barro cocido para su uso en las cocinas, amén de cántaros para ir a por agua a la fuente y cubos de cinc o de chapa galvanizada. Hasta los juguetes eran de latón o de madera, salvo las muñecas que eran de tela. Todos tuvieron que cerrar. Como no podía ser de otra manera, la novedad se produjo en el más moderno de los comercios, la "tenda de Vázquez". Una persona que, velando por su negocio, vigilaba las novedades y gustaba ponerlas a disposición de sus clientes.
El día 12 de Octubre de 1958 quien esto escribe, con 9 años de edad, tenía ahorradas 19 pesetas (11 céntimos de euro) en mi hucha y tuve el gusto de comprarle en aquella tienda emblemática un cubo de agua de 12 litros para el santo de mi madrastra, que se llamaba Pilar.
A esa edad uno se lleva a bien con todos...
El citado cubo, de plástico y asa de hierro galvanizado, era de tan alta calidad que a su muerte, 33 años después, lo heredó un servidor y pasó a utilizárlo mi mujer. El cubo tenía en este momento 55 años en servicio y estába perfectamente, como el primer día.
Dedicado toda mi vida a la fabricación de escobas y habiendo derivado este negocio a la comercialización de todo tipo de artículos de limpieza, como es natural, en la actualidad vendo también cubos de plástico y otras muchas cosas fabricadas con este material.
Salvo algunos modelos de calidad excepcional, es difícil que un cubo dure más allá de dos años. Lo del cubo de mi madrastra, ¡una verdadera ruina!. Lo que yo les diga, oigan...
RAFAEL FABREGAT
RAFAEL FABREGAT
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