12 de febrero de 2014

1260- ALEJANDRÍA EN LA HISTORIA.

Estátua de Alejandro Magno como faraón de Egipto.
El año 332 a.C. los persas dominaban Egipto pero, derrotados por Alejandro Magno, éste entró victorioso en Egipto y todos le aclamaron como libertador de aquellos que invadían su territorio desde dos siglos atrás. Se inicia el llamado Periodo Helenístico, que se mantendrá en aquellas tierras durante casi tres siglos. 
Para legitimar el reinado de Alejandro en Egipto, se hizo correr la leyenda de que éste era hijo de Nectanebo II, faraón expulsado por los persas en el 343 a.C. y que en forma de dios Amón llegó exiliado a Macedonia y se había unido con Olimpia, naciendo Alejandro Magno(!). Así eran las cosas entonces... 
Este relato legitimaba el reinado de Alejandro y el de toda la dinastía Ptolomea que le sucedió después. Primeramente con la dinastía Macedónica y después con la Ptolomaica, acabará la historia de los faraones egipcios con la reina Cleopatra VII 
junto a su aliado Marco Antonio. Egipto queda a partir de ese momento como provincia romana y pocos siglos después la cultura egipcia desaparecerá para no emerger nunca más. 

Hijo de Zeus-Amón, según el profeta de Amón del oasis de Siwa, el año 331 y tras ser coronado en Menfis como legítimo faraón,  
Alejandro Magno decide fundar una ciudad que perpetúe su nombre. La llama Alejandría y el lugar elegido es una pequeña aldea de pescadores llamada Rakotis, emplazamiento afortunado pues estaba resguardado de las variaciones del Nilo y al mismo tiempo lo suficientemente cerca para que pudieran llegarle mercancías a través de un canal que la unía al mismo. Justo enfrente una isla llamada Faro que después quedaría unida a la nueva ciudad a través de un dique de 1.300 metros de longitud. 

Este dique dividía el puerto en dos mitades desiguales, la más pequeña de las cuales (oeste) es la que todavía sigue utilizándose en la actualidad. Cinco décadas más tarde (280 a.C.) y ya por orden de Ptolomeo II, se construiría el famoso Faro de Alejandría en la punta del brazo oriental de la isla de Faros y constituiría una de las siete maravillas del mundo en la Edad Antigua. 
Erigido sobre una plataforma cuadrada, el edificio era octogonal y de 134 metros de altura, siendo el más alto del mundo durante muchos siglos. 
En la cúspide, un espejo proyectaba la luz del sol durante el día y un gran fuego durante la noche avisaba a los barcos del peligro a los navegantes hasta una distancia de 50 Km. Su arquitecto fue Sóstrato de Cnido, hijo de aquel que en su día proyectara el puente que unía la isla de Faro con tierra firme. 

Está documentado que el faro estuvo en servicio hasta el siglo XIV.
De esta Maravilla de la Humanidad no tenemos imagen alguna salvo la de unas monedas romanas de la época Ptolomaica que no reflejan en absoluto ni siquiera una realidad aproximada de lo que debió ser un edificio de tal envergadura para aquellos tiempos.

Derribado por los terremotos de 1303 y 1323, el Faro de Alejandría desapareció por completo en 1480 cuando el sultán Qaitbay de Egipto empleó los bloques de piedra de sus ruinas para la construcción del Fuerte de Qaitbay, majestuosa ciudadela con vistas al puerto de Alejandría. 
En honor a la verdad (solo hay que ver la foto adjunta) las piedras de monumento tan majestuoso como el Faro de Alejandría, fueron bien empleadas y lucirán hasta el fin de los tiempos en este otro monumento a la sobriedad y el buen gusto. No hay más remedio que darle al sultán Qaitbay la calificación de notable. El sobresaliente hubiera sido en caso de la reconstrucción del Faro de Alejandría...

Volvemos a la antigua Alejandría para decir que, tras su fundación, se convirtió rápidamente en el puerto más importante de Egipto y centro cultural del mundo griego. En su puerto atracaban los más grandes barcos de la época, cargados de toda clase de minerales y mercancías de oriente y occidente. El trazado de la ciudad se ajustó a los modernos reglamentos en vigor, es decir: alrededor de una gran plaza y de una calle mayor de 30 metros de ancho que atravesaba todo el caso urbano, con calles paralelas y perpendiculares que se cruzaban en ángulo recto, provistas de alcantarillas que recogían las aguas sucias. Alejandría fue una ciudad administrativa y culta. Edificios Públicos, Templos, Asamblea, Basílica, Mercados, Baños, Gimnasios, Estadio, Anfiteatro... Y especialmente un Museo que incluía una grandiosa Biblioteca que reunía todo el saber de aquellos tiempos.

El año 323, tras la muerte de Alejandro Magno, diferentes generales se repartieron el Imperio. Tras muchos avatares, guerras y asesinatos, Ptolomeo, su amigo y escudero, gualdaespaldas en todas las conquistas llevadas a cabo, se proclamó faraón y rey independiente de Egipto, dejando establecida la dinastía Ptolomaica del Periodo Helenístico, que había de gobernar hasta el último de los faraones en la figura de Cleopatra VII. Ptolomeo I mandó construir en Alejandría el gran Palacio que albergaría a toda la dinastía Ptolomaica. Posteriormente su hijo Ptolomeo II Filadelfos construiría al otro lado del jardín palaciego un edificio al que llamó el Museo. El nuevo faraón dispuso que tal edificio fuera Santuario consagrado a las musas, diosas de las artes y la ciencia. Al efecto albergó la Primera Universidad de todos los tiempos y dentro de la misma la más famosa Biblioteca de la Historia Antigua. Todas las ramas del saber tenían allí espacio y lugar, a la vez que eran consultados frecuentemente por los sabios que tenían su residencia en el mismo edificio. Los propios reyes comían algunas veces con estos ilustres matemáticos, astrónomos, gramáticos o filósofos, a quienes consultaban sus dudas sobre cualquier materia.


En la toma de la ciudad por el emperador Julio César en el año 46 a.C. y en plena batalla naval frente a Alejandría, se inició el incendio de la ciudad. Gran cantidad de libros almacenados en una de las naves portuarias desaparecieron en el incendio, pero no la famosa Biblioteca de Alejandría. Fueron muchos quienes destruyeron aquella joya del saber pues fueron no menos de cinco las guerras y saqueos acontecidos en los dos siglos siguientes. 
En el año 273 d.C. Aureliano devastó la orilla oriental del gran puerto donde estaban los palacios y la gran Biblioteca. Finalmente en el 297 y tras un asedio de ocho meses, el emperador Diocleciano la saqueó de nuevo. Rendidas las fuerzas de la ciudad ordenó que la matanza continuara hasta que la sangre llegara a las rodillas de su caballo. Dando esta orden el caballo resbaló en un charco de sangre y el emperador se mató en la caída, poniendo punto final a la matanza. Durante los años siguientes y especialmente en el año 365 hubo varios terremotos en la zona que acabaron con los escasos edificios que quedaban en pie y por supuesto lo que pudiera quedar de la famosa Biblioteca de Alejandría

Biblioteca de Alejandría en el siglo XXI.
Aquella antigua fuente del saber desapareció, pero no todo fue desolación. Diecisiete siglos después las gentes de Alejandría han querido renacer como ave Fénix y han levantado una nueva Biblioteca Alejandrina. De momento y con una superficie de 85.000 m2., contiene 8.000.000 de libros, 100.000 manuscritos antiguos y 10.000 libros raros, además de todo tipo de material electrónico y audiovisual. Nunca hay que perder la esperanza. Una vez más, Alejandría promete...

RAFAEL FABREGAT

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