Sin comerlo ni beberlo, a los vecinos de la localidad asturiana de Bobes, a 8 Km. de Oviedo y de 560 habitantes, se les ha presentado un desagradable contratiempo que les ha robado la paz que disfrutaban.
Vientos de 179 Km./hora han derribado toda una manzana del cementerio local dejando al descubierto nada menos que 120 nichos y las ataúdes de otros tantos difuntos. Como es lógico los familiares están consternados puesto que la desgracia no ha consistido en el simple derrumbe, sino en la dificultad en identificar ataúdes y cuerpos destrozados, entremezclados con los escombros. Tanto es así que muchos de los difuntos no podrán ser identificados a no ser que se lleven a cabo pruebas de ADN, por las que pocos quieren pasar.
La colaboración de las autoridades no se ha hecho esperar pero, las soluciones no serán fáciles ni rápidas.
Se trataba por lo visto de una zona relativamente antigua del cementerio, no suficientemente cimentada y que los fuertes vientos han asolado sin que nadie conociera su debilidad. Las autoridades y el propio párroco local han celebrado una reunión con todos los vecinos del municipio, pidiendo la colaboración de todos a fin de que aquellos que dispongan de nichos vacíos en propiedad, los cedan provisionalmente a las familias afectadas a fin de reubicar los ataúdes fácilmente reconocibles. Al mismo tiempo la autoridad pondrá un contenedor para depositar y guardar los huesos no identificados y es ahí donde está el mayor problema. Se ha recomendado encarecidamente que, como primer paso, los familiares acudan al Juzgado para recabar las partidas de defunción.
El segundo e importante paso será sin duda encontrar los títulos de los nichos para saber con exactitud el lugar que ocupaban e incluso los números identificativos de las cajas, a fin de evitar confusiones. Como pueden imaginar el asunto no será fácil. Los familiares tendrán que identificar los cadáveres, o los restos de los cuerpos, según sea el tiempo que haya pasado desde su defunción (!). ¿Se imaginan?. El párroco pide a las familias que afronten este trámite tan doloroso con serenidad y con todo el valor y el respeto que sin duda será necesario para llevar a buen fin la identificación y reubicación de todos los cadáveres, sin que se produzca confusión alguna.
De los 308 nichos existentes en el cementerio han sido afectados 164. Sin embargo el mayor problema estriba en aquellos que han sido destruidos en su totalidad y cuyas cajas y difuntos se hayan visto destrozados y desperdigados bajo los escombros. Poco importa en este momento el coste de las obras de reacondicionamiento del cementerio. Habrá que construir nuevas alas de nichos donde reinstalar los cuerpos; de los que ya están a la intemperie y de los que se sumarán cuando se derriben las partes ahora apuntadas y a punto de caer, pero mucho nos tememos que alguno quedará sin identificar. Claro que a ellos, a los difuntos me refiero, poco les importará lo que pase con sus huesos...
RAFAEL FABREGAT
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