Familia sami. (Noruega 1903) |
En el marco de la Segunda Guerra Mundial, Finlandia perdió parte de sus tierras en Laponia que quedaron en poder de la Unión Soviética, motivo por el cual se alió con la Alemania nazi a fin de recuperarlas. Finalmente firmó con ellos un armisticio y hasta incluso acabaron luchando contra las unidades alemanas instaladas en territorio lapón. Laponia fue devastada por la guerra aunque, tras el final de la misma se instalaron diferentes industrias y explotaciones minerales que mejorasen las condiciones de vida de sus gentes. De todas formas muchas de las familias sami no se adaptaron a esta nueva forma de vida y siguen viviendo, como antaño, de la cría de renos. Venden las pieles y las mejores piezas de carne y se alimentan del resto de la pieza y de lo que sacan del animal. También de la abundante pesca de sus ríos en los que el salmón es el rey.
Los samis hablan diferentes dialectos, debido a las diferentes procedencias. Es una etnia totalmente diferente a los pueblos que les rodean, cuya procedencia es todo un misterio. En la actualidad es extraño encontrar familias nómadas pues todos ellos están asentados en diferentes lugares de la región. Como se ha dicho, siguen dedicados al pastoreo pero no en exclusividad ya que alternan este trabajo principal con alguna pequeña explotación agrícola y la pesca. La fabricación artesana para su venta a los turistas que visitan la región se ejerce en las épocas en que el mal tiempo impide otro tipo de actividades. Principalmente se trata de objetos de piel de reno, tales como bolsos, botas, prendas de lana y también pieles curadas para su uso como alfombras. Lo venden frente a sus propias casas y también en mercadillos.
La cultura pastoril de los sami está cambiando y la población actual de renos se calcula en medio millón de ejemplares, la mayor parte de los cuales vagan con escasa o nula vigilancia por los bosques de abedules y abetos. Al anochecer sus dueños los recogen en las granjas o terrenos cercados al efecto. En los cuatro meses al año que la naturaleza permite el trabajo agrícola, lo suelen emplear para el cultivo de patatas de calidad extraordinaria y que destinan para consumo propio y también para venderlas. En épocas de crudo invierno los renos suelen trasladarlos a zonas con menos nieve donde se alimentan durante el día de líquenes y que sus propietarios complementan con unos puñados de pienso. El buen nivel de vida al que han llegado algunas de estas gentes les permite controlar sus rebaños con GPS y llegar a ellos con motos de nieve y hasta con hidroavionetas.
Y es que los tiempos cambian que es una barbaridad. Nada es lo que era. Aunque todavía quedan algunas gentes ancladas en el pasado, quedaron atrás aquellos pueblos nómadas, de tienda montada con cuatro palos y vestidos con pieles y harapos, deambulando con sus animales por las tierras inhóspitas del círculo polar. También para ellos llegaron tiempos mejores. Quedaron aparcados aquellos tiempos de infortunio donde ser sami, o simple lapón, era algo peyorativo, menos que nada.
A pesar de su historia de estrecheces o justamente por ello, el pueblo sami es orgulloso y se siente orgulloso de ser descendiente de esa raza especial de gente y cultura que ha luchado históricamente contra la naturaleza extrema.
Esta guapa joven, Sofía Jannok, es una sami que nada tiene que ver con la cultura nómada y pastoril de sus ancestros. Sin embargo es cantante de un grupo que mantiene la tradición del canto Yoik, propio del pueblo sami, que mezclan con el Jazz y otros temas pop. ¿Algo que ver con la foto anterior?. Pues no, nada de nada.
RAFAEL FABREGAT
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