UNO:
La semana pasada murieron al mismo tiempo dos hombres que se llamaban igual, aunque en nada se parecían. Sus nombres eran Gumersindo Canalejas y Capirote y mientras uno era un siervo de Dios (sacerdote) el otro era un tunante, taxista de profesión.
Llegados a la puerta del Cielo, llaman al timbre y sale San Pedro solícito.
- Buenos días San Pedro -dice el taxista, primero en la cola.
- Buenos días hijo. ¿Tu nombre?.
- Gumersindo Canalejas y Capirote.
- ¿El Sacerdote?.
- No señor, ¡yo era taxista!.
San pedro consulta la hoja de ingresos.
- Ah sí... Pues muy bien. ¡Te has ganado el Paraíso!. Ahí tienes. Unas túnicas de seda con hilo de oro y un bastón de platino con piedras preciosas incrustadas. ¡Pasa hijo, pasa, como si estuvieras en tu casa!.
El taxista entra en el Cielo sorprendido y contento por tantas atenciones y en ese momento dos golpecitos en la puerta llaman la atención de San Pedro que despide con unas palmaditas al taxista y atiende al siguiente.
- Buenos días San Pedro -dice el cura ufano.
- Buenos días hijo. ¿Tu nombre?.
- Gumersindo Canalejas y Capirote.
- ¡Ah sí, el sacerdote!.
- Sí señor, yo mismo -responde orgulloso.
- Pues muy bien hijo mío, muy bien.
San Pedro mira la hoja de ingresos y se dirige al sacerdote.
- ¡Te has ganado el Paraíso!. Aquí tienes una bata de poliéster y un bastón de plástico de los chinos. Adelante hijo, adelante.
- Pero... ¡San Pedro, esto no puede ser! -responde el sacerdote.
- ¿A qué te refieres hijo, a qué te refieres? -pregunta sorprendido San Pedro.
- Yo mismo acabo de ver al que ha entrado antes. Le conozco y sé que era un verdadero gamberro. Timaba a sus clientes, se subía con el coche a la acera, alargaba las carreras para cobrar más, conducía bebido y no respetaba las señales de tráfico. Por el contrario yo estuve 50 años predicando la palabra de Dios... ¿Como puede ser que a él le haya correspondido mayor categoría que a mí?. ¡Tiene que haber un error...!
- ¡No hijo, no hay ningún error!, lo que pasa es que actualmente el acceso al Cielo funciona por objetivos y resultados. Verás como lo entiendes rápidamente... Durante 50 años, cada vez que predicabas la gente se dormía y por el contrario cada vez que el taxista cogía clientes éstos rezaban y le imploraban a Dios. Entonces, ¿quien vendía mejor nuestros servicios...? Aquí lo que interesa son los resultados hijo mío. ¡Los resultados!.
DOS:
A un periodista novato le encargan que haga un reportaje sobre las costumbres de los habitantes de una aldea aislada en la sierra de Portodoslaos. El viaje es complicado porque tras conducir muchos kilómetros por una estrecha carretera llena de baches, tiene que finalizar el recorrido por una pista de tierra y caminar después por una pedregosa senda de montaña para llegar a tan remoto destino.
Le esperan media docena de casas de piedra ruinosas y en la puerta de una de ellas un aldeano y dos perros que le miran curiosos.
- Buenos días buen hombre -dice el periodista, al rústico- ¿Sería tan amable de contarme alguna anécdota de la zona?. Es que, es para un periódico de la capital.
- Con mucho gusto mozo, con mucho gusto -responde el rústico.
- Muy bien, pues dígame usted -dice el periodista mientras saca papel y lápiz.
Y el aldeano empieza el relato...
- Pues una vez se perdió una cabra en el monte y tal como tenemos aquí por costumbre, nos reunimos todos los vecinos y nos bebimos varias botellas de vino. Después nos fuimos a buscar a la cabra y cuando la encontramos nos bebimos otras tantas botellas y después, uno tras otro, tuvimos sexo con la cabra.
El periodista interrumpe el relato sorprendido y azorado...
- Verá usted amigo, es que resulta que este periódico es nacional y más bien de derechas, así que debemos guardar un poco las formas, no sea cosa que... Mejor cuénteme usted algo que sea más alegre.
- Bien. Pues una vez se perdió una mujer en el monte y como es costumbre bebimos y después salimos en su búsqueda. Al encontrarla, tal como es la costumbre, volvimos a beber y después uno tras otro tuvimos sexo con ella. ¡Nos lo pasamos más bien...!
El periodista escandalizado no quiso seguir oyendo más y le dijo al aldeano:
- Por favor, ¡dejémoslo aquí!. Cuénteme ahora algo que sea muy triste...
El aldeano no pudo entonces reprimir una lágrima y secándola con la bocamanga de su camisa, mil veces zurcida y con algún que otro parche, comenzó su relato apretando las piernas.
- ¡Ay Señor...! (sollozos) La semana pasada, me perdí yo en el monte y...
Y TRES:
La clase termina un poco antes de lo acostumbrado y cuando el niño llega a su casa oye unos ruidos y subiendo despacio las escaleras ve a su madre desnuda en la cama con un desconocido gimiendo y haciendo cosas extrañas.
Sin que le vean se mete en el armario para verlo todo mejor y que no le pillen pero en ese momento entra su padre en la casa que también ha terminado pronto el trabajo y la mujer mete a su amante en el armario sin saber que su hijo está dentro.
- Está muy oscuro aquí dentro -dice el niño al recién llegado.
- Sí, así es -responde sorprendido el desconocido .
- Tengo un balón de fútbol -dice el niño.
- ¡Ah, muy bien -responde el hombre.
- ¿Quieres comprarlo? -pregunta el niño.
- No, no, gracias -dice el hombre.
- Mi padre está ahí afuera -replica el niño en un tono extraño.
- De acuerdo, ¿cuanto pides por el balón?.
- ¡500 euros!- responde el niño con seguridad.
- Un poco caro, pero... ¡vale! -dice el hombre y le paga.
A la semana siguiente la situación se repite y el niño y el amante de su madre vuelven a encontrarse en el armario.
- Está muy oscuro aquí dentro -dice el niño.
- Pues sí, así es -dice el desconocido.
- Tengo unos guantes de portero -comenta el niño.
Recordando lo ocurrido la semana anterior con el balón pregunta el hombre:
- ¿Cuanto pides por ellos?.
- 500 euros -dice el muchacho.
- De acuerdo -dice el desconocido y le paga.
Al día siguiente el padre le dice al niño:
- Coge el balón y los guantes y saldremos a jugar un rato al parque.
- No puedo -dice el niño- los he vendido.
- ¡Ah sí y ¿por qué precio? -pregunta el padre.
- Por 1.000 euros -dice el niño con una sonrisa.
- ¿Mil euros? -exclama el padre enfadado- Eso es aprovecharse de la gente. ¡Ahora mismo iremos a la iglesia y te confesarás!.
- Pero padre...
- Ni padre ni leches, ¡a confesarte!.
Llegan a la iglesia y el niño se arrodilla en el confesionario mientras el padre da una vuelta por el templo.
- Ave María Purísima -dice el niño educadamente.
- Sin pecado concebida -responde el cura.
- Está muy oscuro ahí dentro -comenta el niño.
- No empieces de nuevo, sinvergüenza, no empieces de nuevo -responde el cura.
RAFAEL FABREGAT
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