A groso modo diremos que la envidia es un resentimiento ante lo que una persona tiene y otra quiere tener. Así de simple y así de peligroso ya que, normalmente suele ir acompañado del deseo de que el otro lo pierda o se vea perjudicado. Todos sabemos que se trata de un sentimiento universal que, sin embargo, todos negamos sentir. Surge cuando el otro tiene un éxito que querríamos para sí. Hay dos formas de envidia: la positiva y la negativa. La primera y menos frecuente (40%) sirve para estimular nuestras capacidades, a fin de intentar conseguir lo que el otro tiene, impulsando el crecimiento personal. La segunda (60%) genera amargura y deseo de que al otro le vaya mal y que pierda lo que el otro tiene, dígase éxito o bienestar. La envidia negativa es incluso más testaruda que el odio y, si puede, más destructiva.
La envida es un tabú social, que no conviene declarar, puesto que significa verte inferior. Nadie te dirá nunca que es envidioso y para justificar el daño a causar, alegaran cualquier excusa para derrocarle, si saben que está indefenso. El objetivo es siempre negativo. Criticar y conspirar contra quien les haya superado para dañar su reputación e incluso arrebatarle el triunfo. La envidia es más intensa y relevante entre quienes ejerzan o hayan ejercido algún cargo parecido. Es por ello que suele surgir entre hermanos y más aún cuando el envidiado alardea de sus éxitos. Es entonces cuando la hostilidad se dispara y la envidia da paso al rencor más exacervado. La psicología nos dice que el envidioso se fundamenta en la justicia, puesto que considera que quien le supera no lo merece.
La proximidad incrementa la envidia ya que la cercanía facilita la comparación entre los logros propios y los ajenos, ante un mismo trabajo. De todas formas los especialistas consideran que este sentimiento suele ser hereditario, ya que forma parte de nuestra forma de ser. El envidioso nace, no se hace. La envidia está asociada a la avaricia y la agresividad. Es por lo tanto un sentimiento depresivo de la persona insatisfecha consigo misma. Por mucho que se muestre eufórica y capaz, en el fondo busca una superación personal que no consigue alcanzar. ¿Hasta donde podemos llegar, fastidiando al prójimo por envidia?. Pues muy lejos sin duda. Ya lo decía Don Quijote: "Todos los vicios traen un no sé qué de deleite consigo, pero no el de la envidia, que solo trae rabia y rencores".
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