17 de diciembre de 2025

3304- LA TIERRA, UN PLANETA BASURA.


Hasta en las entrañas de los salmones hay restos de alquitrán. Más de doscientos países y ninguno que se ocupe de eliminar la basura. Claro que mejor que eliminarla sería no crearla, pero eso es imposible. Todo lo que más queremos tener, crea basura. Es muy romántico pensar que pueda haber esas mismas comodidades sin que se genere la maldita basura. De momento nadie ha alcanzado esas metas. El mundo se ha hecho pequeño y ya no queda un solo rincón en nuestro mundo que se mantenga aislado de productos o utensilios que desaparezcan cuando se hayan vuelto inservibles. Si no se reciclan, la mayoría de ellos seguirán con nosotros decenas o cientos de años. Quizás nosotros no los veamos, pero en algún lugar estarán, ensuciando el paisaje y la naturaleza.


Y más pronto o más tarde, todo acaba en el mar. En una de nuestras principales despensas. ¿Cómo podemos estar tan ciegos?. En el mar no todo tiene cabida, como algunos piensan. Ya no quedan lugares marinos sin contaminantes, culpables de que algunas especies estén al borde de la extinción. Ni siquiera un continente tan extenso como África, está exento del peligro que supone acumular tanta basura. En la más tupida selva y el más desolado de los desiertos, puede encontrarse basura. Ya no quedan tierras vírgenes en las que perderse, ni islas en las que retirarse el más rico de los mortales, tras toda una vida de trabajo e inquietudes. Un paisaje sin basura no existe y es casi lo único que el dinero no puede comprar. La basura lo invade todo puesto que está compuesta por materiales de difícil descomposición.


La basura flota en el mar, como si de una isla se tratara y ha llegado a las más profundas simas oceánicas. Nada ha escapado de las garras de nuestra civilización. Hasta bien entrado el pasado siglo XX quedaron algunos rincones donde grandes millonarios pudieron retirarse de esto que llamamos civilización, contemplanto el mar y la inmensidad del firmamento, pero nada de eso queda ya. Estés donde estés, si miras hacia el cielo verás pasar decenas de aviones que te dirán que el mundo sigue ensuciando el aire que respiras. Si miras al mar no faltarán botellas de plástico y algún resto de alquitrán, perdido por algún mercante o petrolero que pasará a pocas millas de tu lugar de recreo. Eso si estás en un apartado lugar del planeta, porque si no te has alejado lo suficiente, igual puedes ver pasar algún misil con destino desconocido.


Ese es el mundo que, buscando la máxima comodidad, hemos creado. Algunas entidades luchan por parar este desastre, pero solo son agujas en un pajar. No existe ninguna laguna en mitad de la selva, donde no haya alguna botella de plástico o lata de Coca-Cola flotando a la deriva. Tampoco hay ninguna tribu que no vista ropa fabricada en China o en los países del Sudesre asiático. Los taparrabos de origen animal son incómodos y difíciles de conseguir, mientras que la ropa de segunda mano les llega hasta sus chozas a precios tan económicos como pueden ser el simple intercambio por algunos de sus cachivaches. Hasta allí llegan ya no solo avezados antropólogos, sino también comerciantes cargados de cosas del ¿primer mundo?, tan simples como pueda ser un cubo de plástico o una olla de aluminio. 


Tampoco los Inuit, antes llamados esquimales, viven en el círculo polar ártico exentos de basura. Los iglús ya no existen, pues todos ellos viven en confortables casas de madera o plástico con calefacción, con lo cual, aquel "paraíso" de frío insoportable tampoco puede escapar ya de la basura. De todas formas si algún lugar del planeta pueda quedar sin contaminación alguna, a la gente común tampoco nos interesa. Aunque nos movamos entre la mierda que nosotros mismos hemos creado, queremos disponer de cocina, frigorífico, agua corriente, aire acondicionado, Televisión e Internet. y todas las comodidades que el progreso nos ha traido, después de tantos miles de años de nuestra presencia en la Tierra. El mundo está tan contaminado que ya afecta a la totalidad de las especies que aquí vivimos, pero la gente corriente poco o nada podemos hacer. ¡Que sea lo que Diós quiera!.

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