29 de octubre de 2019

2895- INMORALIDAD POLÍTICA.

Siempre lo digo. No hay profesión más mezquina que la política. Pocas profesiones pueden asemejarse a la del matemático que, diga lo que diga y piense lo que piense, jamás podrá asegurar que dos y dos no son cuatro. El político lo es todo, menos exacto y fiable. Después de 80 años de finalizada la Guerra Civil Española y muerto el dictador 44 años atrás, el PSOE de Pedro Sánchez, ó Sánchez el de el PSOE, ha considerado absolutamente necesario sacar del Valle de los Caídos los cuatro huesos podridos del dictador, que allí reposaban sin criar malvas porque mal crecen esas plantas bajo las losas de granito, estén donde estén. Todo suma de cara a unas inminentes elecciones, ó así lo entendió este aprendiz con diploma de fotocopia y suspenso en ciencias políticas. 

No se da cuenta el "arqueólogo" que remover cadáveres solo trae a la memoria tiempos pasados que es preferible guardar en el olvido. Claro que este elemento no busca olvidar ni recordar. Con unas elecciones a tiro de piedra, de lo que se trata es de sumar votos y brillar un poco más de lo que ha brillado hasta ahora. Especialmente es lo que pretende quien ocupa un cargo no otorgado por las urnas, sino robado a fuerza de una "moción de censura" ganada por las circunstancias políticas del momento y no por la mala gestión de quien ocupaba el cargo. Más bien, apoyado por independentistas catalanes y vascos, por no decir nada más. Aznar ya marchó del Gobierno por la puerta de atrás, habiendo situado la economía española a cotas jamás alcanzadas ni imaginadas hasta entonces. Después, con Zapatero, llegó la ruina y tuvo que entrar Rajoy para sacarnos nuevamente del fango.

Sánchez no ha ganado la batalla al dictador, porque habría que ver su valentía si hubiera tenido que enfrentarse a él en vida. Es muy fácil discutir con un muerto, más aún si tienes el poder, pero hacerlo en vida es algo muy diferente. Si es que alguien acabó con el dictador y su herencia política, fue el rey Juan Carlos I que, desobedeciendo lo mandado, buscó implantar la Democracia con la presencia y acuerdo de todos los partidos políticos y muy especialmente los de la izquierda más radical, hasta entonces en el exilio. La grandeza de la Transición fue justamente ese abrazo de "rojos y azules" que alguno de estos últimos confundió con una traición. No era tal, sino la fusión que España necesitaba para implantar una Democracia seria, eficaz y pacífica.

Algunos españoles de bien, casi lloraron cuando vieron que Fraga (populares) y Carrillo (comunistas) se fundieron en un abrazo, bajando cada uno de su pedestal para conseguir la armoniosa paz que todos deseaban, esa paz que algunos han olvidado y que en este momento casi nadie valora en lo que vale. Esa es la "memoria histórica" que todos deberíamos pregonar, en lugar de ir rompiendo lápidas y cavando fosas de forma innecesaria. Mucho más interesante y crucial, es dejar en paz a los muertos y buscar el bienestar de los vivos. El dictador no tiene que ser forzosamente de derechas. También en la izquierda habitan los dictadores, puesto que ser dictador no es más que aquel que, abusando de su poder, impone su voluntad sobre la de los demás, coartando su libertad.

En aquel apretón de manos entre Carrillo y Fraga se abjuró de férreos ideales para poder llegar a un consenso en el que ganaron todos y eso es lo que parecen haber olvidado los actuales partidos y muy especialmente el PSOE de Sánchez, ó Sánchez el del PSOE. Viajar en Falcon es más rápido y seguro pero, especialmente los gobernantes de izquierdas, deberían renunciar a las comodidades y situarse algo más cerca de la tierra, que es donde se supone que están sus votantes. Por cierto que, según las encuestas, parece ser que su dedicación a las labores propias de enterradores y arqueólogos y su desidia en los problemas de Cataluña, le están pasando factura a Sánchez. O mucho nos equivocamos o el tiro le está saliendo por la culata, que tampoco estaría nada mal. Zapatero, a tus zapatos...

RAFAEL FABREGAT

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