

nunca ha sido un parásito fácil de controlar y menos aún en estos momentos. A pesar de las modernas tecnologías, acabar con las plagas de parásitos es más difícil que nunca. Yo diría que quien crea la solución es el mismo que crea la plaga, a fin de que no le falte el trabajo. Como agricultor recuerdo que unas décadas atrás la mosca de la fruta no existía, ni el barrenillo, ni la fastidiosa del almendro o del olivo... El pulgón se mataba sin ninguna dificultad, puesto que no había desarrollado mecanismos de autodefensa. En fin, eran otros tiempos.
A mediados del siglo XX, la Tenia era casi una plaga pues eran muchos los pobres afectados. Con hasta cinco metros de longitud, las lombrices y el propio parásito se dejaban ver en el momento de defecar pues una parte del mismo quedaba colgando del ano. En el caso de los niños, las madres tiraban del parásito buscando la manera de deshacerse de bicho tan peligroso que vive a expensas del portador, dejándolo sin recursos. Trabajo inútil. No había manera de exterminarlo puesto que se rompía y, como las lagartijas, volvía a crecer en pocos días. En España, tras unas décadas de cierta tranquilidad, la plaga ha vuelto a hacerse visible. Es lo que pasa, la Tenia solo muere si es la cabeza lo que se logra seccionar, pero como la cabeza siempre está en lo más alto... Difícil, difícil papeleta exterminar a un parásito que es especialista en lo suyo, chupar la sangre de los demás.
Como todos los parásitos, la Tenia es muy rebelde y muy difícil de eliminar, aunque no imposible. Esta especie que prolifera actualmente por Cataluña es de gustos sibaritas. Prefiere una buena paella, las gambas a la plancha y la fideuà con chipirones, acompañado todo ello de una buena botella de vino blanco fresquito. No se deja conquistar con sopa de fideos o hervido de patatas con verdura, no. O se accede a su estómago o, sin remordimientos de ninguna clase, te chupa los nutrientes causando una profunda debilidad y algunas veces hasta la muerte. A este sistema de fijación o cabeza, le sigue el cuello y un conjunto de segmentos que llegan hasta la cola, todos ellos repletos de huevecillos encargados de la supervivencia de la especie. Como en pleno siglo XXI ya no está de moda lo de cortar cabezas, las únicas soluciones que se me ocurren son engordarla más si cabe, o inhabilitarla a perpetuidad para cualquier cargo público. ¡Que trabaje!. No veo otra solución...
RAFAEL FABREGAT
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