Aquí y ahora, solo vamos a opinar de los restaurantes familiares y costeros de la provincia de Castellón, pero me consta que el malestar de los clientes gastronómicos es general. No son casos aislados ni zonas concretas, sucede en todo el territorio español, por no decir mundial. La crisis marcó un antes y un después para todo tipo de negocios y más aún para los de bares y restaurantes, por ser los más prescindibles a la hora de reducir gastos. A los españoles estos negocios nos gustan más que a los niños las gominolas, pero cuando hay que apretarse el cinturón... Tras casi diez años de crisis, esta primavera-verano del 2017 los ciudadanos han dicho ¡basta ya! y se han echado a la calle demostrado que aquello que nos decían de que buena parte de la culpa era nuestra, era verdad. La crisis 2007-2017 existió realmente, claro que sí, pero fue el miedo general el que hizo que ésta multiplicara sus secuelas.
Todos sabemos que, ante cualquier crisis económica, el gasto se retrae y ésta aumenta de forma innecesaria. Está visto y demostrado que la mayor parte de las veces, por no decir todas, la crisis se ahuyentaría haciendo caso omiso, gastando con normalidad, pero el dinero es asustadizo. Si dejamos de comprar el que vende deja de vender y el que fabrica deja de fabricar, dejando al trabajador queda sin trabajo. Como es natural el trabajador, el último eslabón de la cadena, es quien mayormente sufre las consecuencias. En fin, como ya se ha dicho, vamos a centrarnos en estos locales, grandes perdedores en esta crisis galopante que hemos vivido en la última década y cuya lucha se decide ahora en base a llevar estos locales a la Edad Oscura de la Restauración. Parece surrealista pero, tiempos atrás, en España la crisis se combatía aumentando la calidad y bajando precios.
El resultado era nefasto para las arcas del sufrido autónomo que veía multiplicada la merma de sus beneficios, pero así éramos nosotros los españoles. La práctica actual es disminuir la
calidad a la salida de los primeros rayos de sol.
Lo lógico sería ir subiendo los precios poco a poco, en la seguridad de que el cliente que ha conocido las estrecheces sufridas, lo encontraría lógico y normal, pero no, lo que se hace es aumentar el beneficio a costa de restar calidad y cantidad de producto.
Cliente de los mismos bares y restaurantes durante buena parte de mi vida, me sorprendo al ver como mantienen los precios a expensas de reducir la calidad y el contenido de las raciones. Para mí que, lo han pasado muy mal y tienen miedo de espantar a la clientela con un aumento de precios, que han optado por rebajar el contenido y la calidad de los platos que ofrecen. Ellos sabrán lo que hacen pero es ahora, cuando las cosas empiezan a funcionar, cuando veo en primera persona estas nefastas prácticas.
A mi juicio, están equivocándose. Lo curioso es que, mirando la posibilidad de visitar otros restaurantes de parecido nivel, detecto la opinión de sus veteranos clientes quejándose justamente del mismo problema. Nos vanagloriamos de nuestras libertades individuales y resulta que ante un mismo problema todos venimos a reaccionar de la misma manera.
En mi etapa de fabricante de artículos de limpieza, al comienzo de año y a principios de verano que era el momento de mayor demanda, se aprovechaba para ajustar los precios según necesidad.
Desde que dejé la profesión y pasé a la de distribuidor, seguí la misma práctica con resultado satisfactorio aunque este año, a pesar de haberse multiplicado las ventas, ya no ha habido ajuste de precios cara al verano. ¿Por qué sucede esto?. Indudablemente por miedo, pero visceral y de todo punto injustificado.
Pero, en fin, el motivo de esta entrada al Blog es el extraño comportamiento de los hosteleros que, queriendo ganar dinero sin tocar los precios, están bajando la calidad y la cantidad de comida en los platos. Muchos son los que se quejan de estas prácticas pero, justamente los que se quejan, son los que seguiremos acudiendo a sus locales. Es lo que yo digo... ¡Por cuatro días que vamos a estar en este mundo y casi la mitad durmiendo no vamos a renunciar a estos pequeños placeres...!
RAFAEL FABREGAT
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