17 de julio de 2017

2453- MOTILLA DE AZUER.

Extrañas formas nos contemplan desde hace más de 4.200 años en un paraje de Daimiel, provincia de Ciudad Real (España). Es la Motilla del Azuer, un asentamiento de la Edad del Bronce con el pozo más antiguo de España. La construcción se sitúa sobre una pequeña elevación del terreno, rodeada de una inmensa llanura. Suficiente para que sus habitantes pudieran explorar el terreno circundante y la presencia de extraños en las inmediaciones. En su tiempo el territorio estaría rodeado de encinas, robles y alcornoques, así como arbustos de enebro y jaras. Situado en la vega del río Azuer, sobre aquella elevación consiguieron captar el agua del nivel freático y controlar desde su emplazamiento posibles enemigos y las diferentes rutas naturales de otros grupos con los que llevar a cabo el siempre interesante intercambio de productos. 

Aquellas gentes disponían de tierra fértil y diferentes tipos de animales para cazar. No tenían problemas para conseguir todo tipo de legumbres ni para hacerse con carne fresca y sus correspondientes pieles con las que comerciar. También la caza de pluma como la perdiz, la avutarda y las anátidas eran abundantes en las proximidades de la zona y las trampas con las que cazarlas eran una forma de caza habitual entre aquellas gentes. Dentro de la fortificación de murallas concéntricas se han encontrado varios silos de almacenaje de grano y legumbres de más de 6 m3. de capacidad, hornos para la cocción de cerámica y otros para la producción metalúrgica de armas y herramientas. También se han delimitado zonas para el refugio de una cabaña ganadera caprina, así como de caballos y cerdos. 

Al este de la fortificación hay un gran patio en el que está ubicado el pozo que abastecía todas sus necesidades. Es la estructura hidráulica más antigua de la península ibérica. Obligatoriamente, el acceso al interior del recinto era por medio de estrechos pasillos circulares y concéntricos, paralelos a las murallas, al final de los cuales un paramento de grandes bloques de piedra caliza daba paso escalonado a los habitantes y a sus animales. Posibles atacantes tendrían sin duda grandes dificultades en penetrar al recinto interior, sin ser víctimas de las armas de sus moradores. Para llegar a las habitaciones centrales del recinto, habían de recorrer todo el pasillo circular, siendo blanco de todo tipo de dardos, piedras y proyectiles, además de agua o aceite hirviendo. 

Al exterior de este recinto fortificado y en un radio de más de 50 metros alrededor del mismo, estaban las casas de los habitantes del poblado, con diferentes cabañas, hogares y corrales para sus animales. 
Los habitáculos eran cuadrados u ovales, con una base de mampostería y muros de barro con troncos de diferente grosor incrustados en las paredes para reforzar sin duda la edificación. También había áreas abiertas para diferentes usos comunes, en los que se ubicaban hornos y hogares. 
Se estima que en este lugar habitaban no menos de 100 indivíduos con diferente jerarquía, reservándose su jefe el centro de la fortificación. 
En las proximidades del poblado zonas de enterramiento separadas por familias. Los difuntos se enterraban en fosas simples y posición lateral flexionada o dentro de muretes de mampostería. Algunos niños, de familia más distinguida, en el interior de vasijas de barro. 
Si llegar a la torre central, donde estaría la morada del jefe del poblado, era para los enemigos toda una proeza, acceder al agua de su pozo no necesitaba de un esfuerzo menor. Se precisaba recorrer largos y estrechos pasadizos cual si se tratara de un tesoro largamente soñado. El aspecto monumental de este enclave nos habla del gran esfuerzo que se necesitó para su construcción y mantenimiento, lo que implica la presencia de uno o varios jerarcas que dispusieran posiblemente de mano de obra esclavizada.

En Egipto ya estarían construyéndose las primeras pirámides, pero a las antiguas civilizaciones les costó algunos siglos más llegar a occidente. Como fácilmente podemos imaginar, en aquellos tiempos las comunicaciones eran muy lentas. 
En cuanto al aspecto de este tipo de construcciones, teniendo en cuenta la llanura que les rodeaba, eran una torre central con acceso en espiral para facilitar, en caso de ataque, la defensa de sus habitantes y sus almacenes de grano. 
Normalmente los habitantes vivían al exterior de la llamada "motilla", morada del reyezuelo de turno, lugar donde se almacenaban las cosechas y torre de vigilancia. En caso de necesidad, los pobladores podían refugiarse en el interior del recinto pudiendo resistir un largo asedio al disponer de comida y agua de forma indefinida.

RAFAEL FABREGAT

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