18 de julio de 2017

2454- LOS FAMOSOS AGUADUCHOS.

Extraña palabreja que nos habla de tiempos pasados, de las miserias de los primeros años del siglo XX, en la capital de España y en la mayor parte de las capitales de provincia. En el resto del mundo las cosas no estaban mucho mejor... Con los calores del verano disponer de agua fresca era harto difícil y los tiempos no estaban como para tomar una cerveza fresca en cualquiera de los bares y tabernas de la metrópolis. El dinero andaba escaso, puesto que encontrar un trabajo medianamente remunerado era harto difícil. Lo único disponible eran trabajos de aprendiz, peón, mozo, trabajos duros y mal pagados en los que, con la excusa de mostrarte un oficio, no te pagaban nada, o casi nada. Ciudades oscuras, sucias y peligrosas debido a la miseria reinante. Calles de adoquines en el centro y de tierra en las afueras.

La única ventaja era que todos estaban igual, igual de mal. Pues bien, con esas miserias y temperaturas agobiantes nacieron los aguaduchos. Una forma económica de refrescarse, saciando la sed con poco dinero. Al aire libre, unas veces en forma de venta ambulante, por medio del correspondiente triciclo y otras como pequeño puesto desmontable, normalmente de madera e instalado en paseos o acera ancha que no molestara demasiado a los transeúntes. Se permitía la instalación de breves establecimientos que servían agua fresca y algún que otro refresco. Gracias a las barras industriales de hielo, esta gente suministraba a los viandantes que lo requerían... agua de cebada, café frío, horchata, bebida de cola, limonada, xarop y otros sucedáneos de los modernos refrescos que disfrutamos en el mundo de hoy. 

Normalmente los aguaduchos apenas si permitían un breve descanso en sendos taburetes situados junto al mostrador, pero también los había con pequeñas mesas y banquitos para saborear tranquilamente el refresco solicitado.
Como tantas otras cosas, todo ha pasado a la historia. Nadie de los que puedan leer esta entrada al Blog, habrán podido conocer este tipo de negocios, o muy de pasada. Quizás en alguna pequeña localidad de la amada y lejana sudamérica. Mejor que todo esto haya pasado a la Historia. El mundo actual, aunque con una riqueza muy mal repartida, ha visto nacer un gran desarrollo que generalmente nos permite alimentarnos con normalidad y hasta incluso permitirnos alguna alegría entonces insospechada. Cuando no hay apenas nada, cualquier nimiedad se ve como auténtico lujo. Aunque la igualdad no llegará nunca, viva al menos el progreso...

RAFAEL FABREGAT

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