27 de febrero de 2017

2356- LA ROCA-GAGEAC.

La Roca-Gageac es un bonito pueblo francés de la región de Aquitania, que llama la atención por estar construido (casi) exclusivamente en piedra de sillería y situado al pie de un inmenso acantilado, labrado durante miles de años por el río Dordoña. La famosa pared pétrea ya fue elegida por los habitantes prehistóricos para tallar cuevas artificiales para convertirlas en habitáculo seguro y con vistas.

Al amparo de semejante escudo de piedra, galos y romanos lucharon por dominar el río y a todos cuantos por allí pasaran. Hay constancia de tales asentamientos y de la antigua vía por los restos de una antigua villa y un pozo romano en excelente estado de conservación que cuentan la importancia del lugar desde tiempos prehistóricos. A lo largo del río se encontraron restos de fuertes del siglo IX, cuando los normandos llegaron al Perigord y los vikingos, habitantes del lugar en esa época por haber navegado el río Dordoña con sus Drakkars, defendieron con uñas y dientes el poblado y el inmenso muro que cubría sus espaldas. Con la llegada del medievo ya vivían aquí unas 1.500 personas que ganaban su sustento a través del puerto fluvial y la pesca. La vida religiosa del lugar se regía entonces alrededor de la iglesia de San Donato, ubicada 1,5 Km. más arriba.

Muchas veces me he preguntado por qué determinadas ciudades se desarrollan hasta inmensidades que las hacen casi inhabitables mientras otras caen en el olvido para finalmente ser abandonadas en su totalidad. Naturalmente es por su situación privilegiada, pero también por la suerte de ser elegidas por algún personaje relevante que las convirtió en residencia de toda su corte de fieles dignatarios. Eso mismo le ocurrió a Le Roque Gageac que un buen día, para garantizar su seguridad, el obispo de Sarlat construyó su castillo y fijando allí su residencia. Nobles y burgueses siguieron al obispo estableciéndose en la ciudad episcopal y tras ellos siguieron los ricos, letrados y sabios de toda la comarca, construyéndose toda una serie de casas fortificadas que garantizasen su seguridad ante las hostilidades entre franceses e ingleses con la Guerra de los Cien Años.

Con la paz empezó la mayor opulencia de la ciudad de los obispos, llenándose las casas señoriales de almenas que coronaban las torres, cubiertas casi puntiagudas y ventanas al estilo de la época. Allí nació en 1561 el prestigioso astrónomo, matemático, teólogo e historiador Jean Tarde, Vicario General del obispo de Sarlat. Gracias al telescopio regalado por su amigo Galileo, apoyó las teorías de Copérnico demostrando que los planetas giran alrededor del sol y sobre ellos mismos. Sin embargo, para su disgusto, estas teorías fueron rechazadas por la Iglesia habiendo de retractarse frente al Tribunal de la Inquisición. Este célebre personaje murió en 1636 y con su muerte empezó el declive de Le Roque Gageac. Ya con la mitad de las casas abandonadas, a mediados del siglo XVII el obispo vendió el resto del pueblo al señor de Salignac, esperando una posible revitalización del lugar.

A principios del siglo XVIII el rey Luis XIV, aplicando la legislación de 1669, se dio a sí mismo los derechos de pesca y el privilegio de navegación, aplicando una ley que obligaba a pagar los consiguientes tributos. 
Todos los mercantes que pasaban por el río habían de pagar determinados impuestos, según la mercancía que transportasen. Navegar el río era casi ineludible, por lo que Le Roque Gageac se convirtió igualmente en importante puerto comercial. 
Tras la II Guerra Mundial el pueblo siguió prosperando hasta que en Enero de 1957 una inmensa roca de 5000 m3. se desprendió del acantilado, destruyendo diez casas, matando a varias personas y cortando la carretera de acceso durante varios años. 
Con el tiempo el pueblo se reconstruyó en un nuevo aspecto, pero sin traicionar sus peculiaridades, lo que le ha valido el ser nominado como uno de los pueblos más bonitos de Francia.

RAFAEL FABREGAT

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