1 de febrero de 2017

2338- SOMOS LO QUE COMEMOS.

La frase 'somos lo que comemos...' es antigua y a ella se ha añadido ahora una coletilla que dice '...y cuando lo hacemos'. Comer bien es muy importante, pero también lo es el hacerlo en el momento adecuado. De entrada y en lo que todo el mundo está de acuerdo, es que saltarse el desayuno es malo, lo que viene a decirnos que 'el cuando' es tan importante como 'el qué'.

La salud está directamente afectada por la alimentación y todos tenemos claro que las grasas, especialmente las saturadas, ponen en riesgo enfermedades tan graves como las cardiovasculares: hipertensión, hipercolesterolemia, ictus, infarto, etc. De la misma manera sabemos lo positivo de una dieta rica en vegetales, fruta y cereales integrales. 
Sin embargo, últimamente se está incidiendo también en los horarios de nuestra alimentación ya que también el horario de las comidas puede afectar de forma positiva o negativa, pues altera el comportamiento de nuestro metabolismo. En líneas generales hay que destacar que la alimentación es aconsejable que se produzca en los momentos de mayor actividad, lo que se traduce en un buen desayuno/almuerzo que nos de energía para toda la mañana y una comida en la que se ingiera lo necesario para el resto del día.

Sin embargo no quiere esto decir que hayamos de comer solo dos veces al día, ni muchísimo menos, sino que éstas son las comidas principales. Es más, no es aconsejable en absoluto hacer menos de 5 comidas al día y vamos a indicar a continuación una forma de repartirlas... Desayuno ligero para preparar al organismo, almuerzo a media mañana, comida a medio día, merienda ligera y cena más ligera todavía. Los ingredientes de cada una de esas comidas ya depende de la persona y del tipo de trabajo que ésta desarrolle pues, en función de que se trate de un trabajo ligero o pesado han de aportarse las calorías necesarias para poder desempeñarlo adecuadamente. Las dos comidas principales mejor acompañarlas con vino, cerveza o agua y no con bebidas azucaradas. De todas formas, lo principal es evitar la ingesta de alimentos cuando no hagamos gasto energético.

Los alimentos que se ingieren en momentos de inactividad se convierten en 'reservas', o sea, en aumento de peso. Por el contrario, saltarse el desayuno se ha demostrado totalmente desaconsejable, de la misma manera que son desaconsejables las cenas que no vayan seguidas de una actividad proporcional. En resumidas cuentas, los jóvenes pueden hacer de todo pues caminan bastante, hacen deporte, tienen novias 'exigentes' y bailan horas y horas en las discotecas, pero los viejos... como no quemamos calorías, ni siquiera tenemos derecho a comer que, dicho sea de paso, es la única actividad que podemos desarrollar sin cansarnos. No a la sal, no al azúcar, no al alcohol, no a... ¡Vaya mierda esto de ser viejo...!

RAFAEL FABREGAT

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