26 de febrero de 2017

2355- LAS COSAS DEL IMSERSO.

Pues nada amigos, ya estamos otra vez aquí, al pie del cañón. Dicen que 'lo bueno dura poco' pero lo de bueno y malo es cuestión de sensaciones. Yo tenía ganas de volver a casa, mientras a otros se les ha hecho corto. El caso es que hemos estado diez días de vacaciones con el IMSERSO en la isla de Mallorca (España) y la verdad sea dicha a nadie aconsejaré yo viajar a un destino turístico de sol y playa en pleno invierno y menos aún si eres viejo, como es el caso, pero así son "las cosas del IMSERSO". Siempre dentro del más estricto respeto a los demás, mi carácter ha sido siempre independiente y liberal, no me ha gustado nunca recibir órdenes de nadie pero, claro, cuando ya tienes una edad debes asumir que si quieres viajar ha de ser 'en plan rebaño', siguiendo al portador de un distintivo, que hace las veces de pastor.

Con 9 millones de pernoctaciones, las Islas Baleares ocupan el tercer lugar de España en afluencia de turistas, solamente superado por Madrid con 11 millones y Barcelona con 10 millones. Como he contado otras veces, ya visité Ibiza en los años 70, en plena vorágine hippie, pero no había estado en Mallorca que es la capital de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares.
¿Mi opinión?. Pues, como he dicho anteriormente, invierno no es el momento adecuado para visitar un destino turístico de sol y playa ya que, aunque a la isla no le falten otros atractivos, resulta deprimente observar el 90% de hoteles y tiendas cerradas, algunas en plenas obras de 'puesta a punto' para el periodo vacacional de 'Semana Santa' que es el que marca el pistoletazo de salida. 
Naturalmente Mallorca tiene construcciones con historia pero monumentos sobresalientes, solo la Catedral, la Almudaima y el castillo de Bellver. No es que quiera rebajar la importancia de su barrio judio y de los bonitos patios que encierra, pero son propiedades particulares, tras su reja correspondiente, que el turista escudriña desde la calle. No faltan tampoco grandes propiedades de filántropos o personajes del papel couché, con su casona correspondiente, actualmente convertidas por sus descendientes en escaparate de tiempos pasados que el turista puede recorrer previo pago del correspondiente ticket. Algunos incluso con su restaurante en el interior, con comida antigua y precios modernos. 

Esas son las cosas del IMSERSO. Vacaciones para pensionistas, subvencionadas por el Gobierno en las que, cuando se habla de ahorro, hay más mentiras que verdades. Cierto es que te venden 10 días de vacaciones a pensión completa por la ridícula cantidad de 300 euros por persona, viaje incluido, pero lo hacen a sabiendas de que los 'abueletes', una vez allí, querrán ver lo que hay en el destino de que se trate. ¿Qué pasa entonces?. Pues que tienes que pagarte todas las excursiones, la mayoría a día completo, lo que significa que pagas dos veces la comida del mediodía. 
¿Quien se beneficia de los viajes del IMSERSO?. Todos menos los vejetes. El hotel se ahorra la comida del mediodía, convirtiendo la pensión completa en media pensión; los organizadores que van de hotel en hotel recogiendo a todos los que han contratado la excursión, abaratando costes. Finalmente los organizadores de las excursiones se llevan la correspondiente comisión de los lugares visitados: fábricas de perlas, talleres de cristal soplado, paseos en barco, restaurantes en los que se come, grutas y todo tipo de negocios particulares montados 'para el disfrute' de los vejetes. Y cada día marchan unos y llegan otros, en un negocio sin fin...

Las comidas, tanto en el hotel de pernoctación como en los restaurantes visitados durante las excursiones, son de mediocres para abajo, muy abajo. Las comidas en el hotel, casi siempre cenas, son tipo bufé pero totalmente lamentables. La foto de arriba es del hotel en cuestión, pero nada de lo que se ve existe, la chica tampoco. Las fotos reales del bufé son las de abajo. 
Coliflor, espinacas, sopa, huevos fritos con pisto, merluza y ensalada. 
Alguna noche, lo que ponen es tan sumamente malo, que los comensales dan varias vueltas antes de atreverse a elegir. Finalmente, como algo hay que poner en el plato, ante la mala calidad de los guisos y materias primas utilizadas los clientes devuelven los platos sin haber probado bocado. El desayuno es otra cosa porque, tostadas, mermeladas y mantequilla no faltan, como tampoco falta el café matinal. 
Los zumos ya es otra cosa, que nadie sabe de qué está hecha, pero en fin... De allí sales dispuesto a afrontar la mañana y todo lo que pueda caerte encima. 
Otra cosa llamativa es que todo es a granel, incluso el yogurt. El agua y hasta el vino son de grifo. En las comidas y cenas la máquina del café se desconecta para que vayas al bar, al precio de 1,80 euros, el mismo precio que el agua. En honor a la verdad, el hotel, habitaciones y todas las instalaciones comunes, son incluso superiores a la categoría del hotel, pero todo lo demás gira siempre alrededor del dinero. 

En la mayoría de los destinos 'turísticos' que te llevan a visitar hay fotógrafo y hasta operadores de vídeo. El resultado final, para no alargarlo demasiado, es que los 300 euros iniciales se han convertido en 1000 y de vacaciones... ¡nada de nada!. Vuelves reventado, mal comido y peor bebido. ¿Donde se ha visto que después de 10 días a pensión completa y con todo un servicio de bufé los clientes pierdan kilos?. Pues yo se lo diré... Eso solo se ve en los viajes del IMSERSO porque los abueletes, especialmente cuando se trata de comidas tipo fufé, normalmente pierden el control y comen a reventar, olvidándose del colesterol, del azúcar en sangre y de la hipertensión. Pero, claro, para poder hacer eso ha de haber comida decente y evitar excursiones sin pies ni cabeza, al solo objeto de rascar la cartera de los viejos porque, 'ahora que no nos oye nadie', todas las visitas son negocios particulares que llenan sus arcas gracias a la mermada capacidad intelectual de los mayores que contratan este tipo de viajes.

RAFAEL FABREGAT

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