31 de enero de 2017

2337- "SOLO PARA HOMBRES".

Quizás fuera más correcto llamarlo 'Revista' pero donde yo vivo se llamaba 'Varieté' y no veo razón para no poder llamarlo con ese nombre. La traducción es 'teatro de variedades', una de las formas de engañar al cuerpo y a la mente, en épocas de represión y dictadura, cuando no de hambre pura y dura. (Vaya, rima y todo...) En la España del siglo XIX y mucho más allá de mediados del XX, la Revista primero y el Cine después, fueron un juego al despiste para la gente pobre.

Y es que la gente corriente, la de tanto ganado tanto comido y suerte si puedes comer, lo sacrificaba todo a la única carta de tener un poco de ocio semanal. Con jornadas de diez horas y semanas de seis días laborales, solo cabía apostar a la noche del sábado y a la tarde del domingo. Si no había carne se comía tocino pero todas las semanas se ahorraban unas monedas para poder asistir a las salas de teatro o de cine, donde explayarse y olvidar durante un par de horas las penurias con las que se vivía. El el XIX, todavía no inventado el Cine, era la época dorada del teatro y del varieté, una mezcla de teatro, música, sátira y cabaret, con la que el 'personal' se explayaba con la música y las chicas guapas, o escuchando chistes verdes y alguna que otra burla disimulada a sus gobernantes. 

Todo eso, claro, siempre y cuando la censura no cortase buena parte del 'libreto'. Antes de que el encargado de la censura llegara a las puertas del teatro en cuestión, empresario, director y artistas ya estaban sobre aviso y (aún estando sobre el escenario en plena actuación) las faldas bajaban unos centímetros y la letra de la canción se modificaba, evitando alusiones al sexo o al político de turno, a fin de evitar el fin del espectáculo y el cierre de la sala. En ese momento más que nunca, el desparpajo, la picardía y el saber hacer de los artistas, descolocaba al inspector de la censura que sabía, pero no podía demostrar, que se insinuaba lo que realmente se quería decir, pero sin decirlo. Como no podía ser de otra manera eso levantaba doblemente la hilaridad de los espectadores que sabían, sin que nadie se lo dijera, que 'había moros en la costa', o sea: que el inspector de la censura había llegado al local.

Como ya he contado en ocasiones anteriores, al final de la segunda sesión, ya bien entrada la madrugada, para los solteros maduros y de cartera abultada y ligera, había un pase especial llamado "solo para hombres", en el que buena parte de las 'señoritas actuantes' cantaban cuatro canciones más, esta vez ligerísimas de ropa, cuando no desnudas del todo. No era raro que tras esta actuación o con ella, se abrieran algunas botellas de 'champán' y la noche acababa con cuatro risas y poco más. Estos espectáculos solían organizarse la noche de los sábados ya que la de los domingos era poco menos que imposible, habida cuenta que al día siguiente había que trabajar y en aquellos tiempos el trabajo no empezaba a las ocho de la mañana, sino que a esa hora ya había que estar el mulo comido, bebido y labrando en el campo. En fin, historias para no dormir...

RAFAEL FABREGAT

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