21 de enero de 2017

2326- LA MUERTE DE LUIS XVI.

Mucho se ha escrito sobre la ejecución del rey de Francia, pero hace poco más de una década se descubrió una carta del que fuera su verdugo Charles Henri Sanson que relata la verdad de lo que aconteció sobre la sangrienta tarima del cadalso.
Tras su huida del Palacio de las Tullerías, asaltado por los radicales, el monarca se acogió a la protección de la Asamblea Legislativa pensando que podía ser su salvación, pero su intento fue vano. Los miembros de la Asamblea, cada vez más radicalizados, le suspendieron de sus funciones y fue remitido a un tribunal extraordinarios para que juzgara sus crímenes. No cesó sin embargo su empeño en escapar de la muerte y para ello pidió ayuda a las potencias extranjeras e incluso protagonizó varios intentos de fuga que no hicieron otra cosa que hacerle más impopular de lo que ya era en aquellos difíciles momentos. La suerte de Luis XVI estaba echada.

El rey, la reina y sus hijos fueron encerrados en la Torre del Temple, aunque con ciertas concesiones propias de su rango. El 17 de Agosto de 1792 el general Lafayette hizo un último intento por liberar a la familia real pero no encontrando a nadie que compartiera sus propósito optó por huir hacia las líneas austriacas que estaban invadiendo Francia. Sin embargo aquel empuje extranjero, lejos de favorecer los intereses de la corona, radicalizó más si cabe al pueblo que reclamó con más dureza fuerza la cabeza de sus reyes. Ya suspendida la monarquía, el 11 de Diciembre el 'ciudadano' Luis asistió en la Convención a la lectura de los 42 cargos que se le imputaban y que podemos resumir como conspiración contra las libertades públicas y atentar contra la seguridad general del Estado. 

De los 736 diputados presentes 387 votaron a favor de su ejecución inmediata. Mayoría absoluta.
El 21 de Enero de 1793 el 'ciudadano' Luis fue trasladado, sobre un carro verde tirado por un solo caballo, de la prisión del Temple a la plaza de la Concordia, en aquellos momentos llamada 'de la Revolución'. Ante las dudas sobre lo que pudiera acontecer en favor del rey de Francia, 80.000 efectivos de la Guardia Nacional fueron desplegados por toda la ciudad de París y 3.600 legionarios ocuparon posiciones estratégicas en previsión de cualquier acontecimiento contrario a los intereses revolucionarios. Inicialmente el monarca se negó a ser maniatado pero finalmente cooperó, mostrándose tranquilo durante todo el último acto de su vida.

El rey preguntó si los tambores redoblarían durante su ejecución, como era lo habitual. Tras esa pregunta macabra el monarca intentó dirigirse al pueblo pero no se lo permitieron. Ya no era momento de discursos. Tan solo acertó a decir a quienes se encontraban sobre el patíbulo: "Señores, soy inocente de todo lo que se me acusa. Solo deseo que mi sangre sirva para cimentar la felicidad de los franceses". En un instante el rey fue ajustado bajo la plancha y solo acertó a escuchar la voz del sacerdote que le dijo: "Hijo de San Luis, mirad al cielo". A las 10 horas y 20 minutos la guillotina cayó sobre el cuello del 'ciudadano Luis Capet' cuya muerte, anunciada con salvas de cañón, marcó la transición de la Monarquía a la República de Francia. El 16 de Octubre su esposa, la reina María Antonieta, correría la misma suerte.

RAFAEL FABREGAT

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