"Lobo es el hombre para el hombre". (Plauto 254-184 a.C)
Lupus est homo homini, non homo, quom qualissit non novit. (Lobo es el hombre para el hombre y no hombre, cuando desconoce quien es el otro).
Muchas y sádicas fueron las torturas llevadas a cabo por unos y otros durante la "Guerra de los 30 Años" en la Europa del siglo XVII. Los horrores marcaron para siempre a soldados y a campesinos que nunca vieron algo así. La cosa empezó con una simple disputa entre luteranos y católicos contra los calvinistas pero, con los años, se convirtió en un conflicto internacional de proporciones inimaginables.
En 1647 una familia de campesinos de Suabia (Babiera) escribió en la contraportada de una Biblia: "Vivimos como animales, comiendo hierba y cortezas. Nunca pudimos imaginar que nos ocurriera algo semejante. Mucha gente dice que no hay Dios".
Esta catástrofe europea de religiones comenzó con Fernando II de Habsburgo y los protestantes del Sacro Imperio Germánico que aspiraban a que el calvinismo tuviera igual o mayor consideración que el luteranismo.
Dinamarca, Suecia, España, Francia y Holanda se sumaron en diferentes momentos a esta guerra sin que la religión fuese el único motivo de disputa. No hay que olvidar que la guerra es (además) un gran negocio motivo por el cual, en lugar de apagar las llamas, más de un centenar de empresarios echaron 'gasolina' al fuego de las religiones para que aquella hoguera en principio pequeña no se extinguiera fácilmente. Aquel escenario dantesco hizo que algunos pueblos perdieran incluso la memoria de lo que eran antes de la guerra, puesto que nadie quedaba con vida para acreditarlo. Los ancianos eran torturados, mujeres y niñas violadas hasta morir, los niños ahorcados, atados desnudos a los troncos de los árboles en pleno invierno y algunas veces incluso quemados. Los campesinos veían quemadas sus cosechas y cómo las epidemias provocadas por tanta muerte se llevaban al otro mundo a quienes sobrevivieron a las matanzas.
De entre todos aquellos ejércitos, los suecos fueron quienes adquirieron fama de ser los más siniestros. Su rey, Gustavo II Adolfo se tomó aquella guerra como cruzada contra los católicos y, con el fin de hacerse con todos los objetos de valor que encontraran, inventaron "el trago sueco" (Schwedentrunk) que consistía en atar al prisionero sobre una mesa, poniéndole un embudo en la boca, echándole líquidos inimaginables hasta que confesaba donde tenía el dinero u objetos de valor. Otros más sádicos les clavaban una estaca en la garganta, moviéndola y metiendo por la hendidura agua con arena y heces humanas. Hay que ver de qué es capaz el género humano en estas situaciones. Los católicos no iban a la zaga de los protestantes en cuasnto a crueldad. Si los suecos tenían verdaderos demonios entre sus filas, los católicos los tenían entre los croatas que adornaban sus cascos y sombreros con narices y orejas humanas.
Una catástrofe demográfica sin precedentes. En un solo día de Mayo de 1631 el conde de Tilly, comandante en jefe de las fuerzas imperiales tomó la ciudad de Magdeburgo y la saqueó, acabando con la vida de más de 20.000 protestantes. "No se veían más que cadáveres amontonados por las calles y no se escuchaba otra cosa que los gritos de aquellos a los que se cortaba la garganta, mezclados con los furiosos gritos de sus asesinos". Así lo escribía el rey Federico II de Prusia, también historiador y filósofo. Muchos pueblos alemanes desaparecieron de la faz de la tierra y algunas ciudades perdieron más del 40% de su población. Los horrores de una guerra tan cruenta y prolongada quedaron instalados en la memoria colectiva durante generaciones... Homo Homini Lupus. (Lobo es el hombre para el hombre).
RAFAEL FABREGAT
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