SEÑORA TRAVIESA.
Un hombre maduro, con 53 años a sus espaldas, pretende mantener un aspecto juvenil y, a pesar de los altos honorarios que cobran, se opera en una clínica de fama internacional. Nada menos que una semana es lo que está ingresado, con los médicos cortando por aquí y añadiendo por allá. Por fin sale de allí totalmente rejuvenecido, se marcha a tomarse una cerveza y para comprobar que todo ha salido perfectamente le pregunta al barman:
- Perdone usted camarero, ¿cuantos años diría que tengo?.
- Hombre... pues no sé... ¿Unos 37? -le responde por fin.
- Pues no amigo, tengo 53, pero gracias por su opinión.
El hombre no puede estar más contento y para celebrarlo se marcha a comer a un buen restaurante. Tras degustar un menú más que completo, pide la cuenta y al acercársela el dueño no puede evitar la tentación de preguntar por su aspecto.
- Perdone que le haga esta pregunta, pero me interesa su opinión... ¿Cuantos años diría que tengo?.
El dueño del restaurante se le queda mirando unos segundos y responde:
- Pues hombre, por su cara yo diría que 35 años.
- Vaya, pues se ha equivocado de mucho, ya que tengo 53 años.
El hombre paga la cuenta y muy satisfecho toma el autobús en dirección a su casa sentándose al lado de una señora mayor pero muy bien arreglada. Una vez más quiere hacer la prueba y en medio de una conversación trivial sobre el buen tiempo que hace le suelta de sopetón:
- Perdone esta pregunta que no viene a cuento pero, ¿cuantos años me echa?.
La señora, que era algo descarada, lo mira pensativa y le dice:
- Tengo que decirle que desde muy joven tengo un método infalible para adivinar exactamente la edad de cualquier persona, pero no sé yo si... Es que, sabe, resulta que para ello tengo que meterles la mano en los calzoncillos.
El hombre duda y viendo que el autobús va casi vacío responde:
- Bien pues, probémoslo.
La vieja le mete mano y empieza a manosear por aquí, por allá... Al cabo de un cuarto de hora, ya con el hombre sudando a mares por la excitación del masaje, la señora saca la mano cansada ya de sobar y le dice:
- Está usted en plena forma, pero ya tiene 53 años.
El hombre la mira sorprendido, por la exactitud de la información.
- Es increíble pero ha dado en el clavo. ¿Cómo lo hace?.
- Bah, no tiene importancia -responde la vieja- Je, je, es que en el restaurante yo comía en la mesa al lado de la suya...
RAFAEL FABREGAT
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